Tal vez habría que repetir a nuestros expresidentes, (con presidente incluido, para ser justos), aquel famoso "¿por qué no te callas?" que el rey de España espetó al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, hoy ya fuera de escena (q.e.p.d.), y que acabó siendo una forma elegantemente ofensiva de decirle a un hombre público que no hable tanto ni tan torpemente.
¿Por qué no se callan los expresidentes Uribe y Pastrana (también el presidente Santos, repito), así como sus áulicos, conmilitones y ahijados, enzarzados en una polémica que, por referencias desobligantes, desde una ladera y desde la otra, desdice de nuestra cultura democrática?
¿Por qué no se callan? Pareciera que a ellos, como a casi todos los empleados públicos (y exempleados públicos también, por lo visto) los esté aquejando el mal de la verborrea, que es consustancial a la politiquería. Quizás más bien sea la desfachatez y otros ocultos e inconfesos propósitos que acompañan esa politiquería, los que han convertido la locuacidad en uno de los más lamentables y peligrosos vicios de la idiosincrasia cortesana.
No se critica el arte del buen hablar, de la conversación, de la charla, ni siquiera la simpática garrulería callejera que se derrama a toda hora en nuestras ciudades. Ni mucho menos podrían incomodar el disenso, la discusión culta y el respeto por el contrario. Lo que ofende -no ya solo en este enfrentamiento protagonizado por los expresidentes y el jefe del Estado, sino en toda la vida nacional -es la sabihondez de las declaraciones con que a diario se bombardea la opinión. Detrás de muchas aseveraciones y declaraciones precipitadas o incorrectas, se esconde el mal genio (y los genios malos) de la discordia.
¿Por qué no nos callamos? Por la boca muere el pez. Lo que uno habla, deja de pertenecerle y toma un rumbo y vida independientes. Por eso hay que medir las palabras. Después no valen disculpas. Las palabras dicen lo que dicen, y punto. Por eso no pueden ser usadas con incuria y descaro.
Por el contrario, buen consejero es el silencio y, utilizado como instrumento de honestidad intelectual, es una forma de sabiduría. Es más difícil callar que hablar. En Colombia se debería iniciar una campaña de silencio. Ahora que estamos buscando otra vez la paz (y ese el tema que lleva a que se crucen lanzas el Presidente y los expresidentes), no olvidemos que hasta físicamente el silencio es una forma de paz.
Una forma de paz y el único recinto de nuestra libertad que no puede ser violado sino por nosotros mismos. Porque somos los únicos dueños de nuestro propio silencio. Entenderlo y aceptarlo es ser dueños, también, de nuestras propias palabras.
¿Por qué no se callan? ¿Por qué no nos callamos? ¿Por qué no me callo?.
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