La mayéutica, el método socrático de las preguntas, es esencial para el periodismo y para la vida diaria. Se los he recomendado a mis alumnos de Opinión y Ética Profesional desde hace muchos años. Aguza el pensamiento crítico. Por ejemplo:
¿Qué estaría pasándole o qué le habría pasado al famoso hacker Julian Assange si hubiera destapado secretos de Irán, Corea del Norte, Zimbawe, China o Rusia?
¿Si un hacker tan experimentado ha conseguido entrar en los archivos estadinenses, que se presume son los más confidenciales, los mejor custodiados del planeta, por qué desdeñó los de otros países más vulnerables y de acceso menos difícil?
¿Quién, qué y cómo acredita la veracidad de los cables?
¿Quién descarta la posibilidad de que se trate de versiones verosímiles pero ficticias e imaginarias?
¿Cómo creer si, de ahora en adelante, a cualquier individuo le da por armar su propio rollo y empiecen a salirle clones a Julian Assange?
¿Además de apreciaciones subjetivas, de conjeturas y especulaciones obvias, cuál ha sido hasta ahora la gran revelación de los presuntos 250.000 cables? ¿Se espera alguna sorpresa, para cuando ya nadie se acuerde del escándalo?
¿A quién redimió, qué vida salvó, a qué víctima reivindicó Assange y qué bien estimable le ha hecho a la humanidad o qué acto ejemplar de altruismo ha realizado como para que lo eleven a la categoría de héroe del año?
¿En qué archivo encriptado de la memoria ética se esconden, para los periodistas proclives a convertir el escándalo en factor de éxito profesional, las normas que, en virtud del criterio de veracidad, establecen el deber de contrastar versiones y fuentes y confirmar los datos antes de difundirlos?
¿No es por lo menos vergonzosa la maleabilidad de muchos o algunos periodistas que ayudan a potenciar la chismografía internacional y por su condescendencia con fuentes de datos que no acreditan veracidad dejan el llamado Quinto Poder en una condición de docilidad y fragilidad decepcionante?
¿Es el señor Assange solo un espontáneo a quien se le ocurrió penetrar en los sistemas secretos de información de Estados Unidos por su cuenta y riesgo, o hay algún poder oculto que esté manejándolo y con qué fines?
¿Es tan ociosa, ingenua e inofensiva la diplomacia imperial e internacional que sólo produce chismes de costurero y por consiguiente somos más maliciosos y perversos los seres humanos comunes y corrientes que madrugamos a saciar la glotonería noticiosa, es decir el apetito desordenado de conocimiento de nuevos vicios privados para convertirlos en virtudes públicas?
En este mundo y esta época hay que dudar para no tragar entero y para alcanzar aproximación aceptable a la verdad. Poner en cuestión las apariencias de realidad es empezar a alejarse del error.
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