El último debate televisivo este jueves previo a las elecciones británicas puede ser la última oportunidad para que el primer ministro Gordon Brown repare su manchada reputación, luego de que un micrófono abierto lo tomó descalificando a una anciana votante laborista como una "mujer llena de prejuicios".
La metida de pata de Brown durante su campaña -la cual estuvo por horas en la televisión y lo obligó a ir a la casa de la mujer para disculparse- dominó las noticias. Pero los candidatos tienen que abordar este jueves un asunto aún más espinoso: cómo estimular la letárgica economía entre problemas económicos que se profundizan en Europa.
Y con tres candidatos británicos principales virtualmente empatados en la elección nacional a realizarse el 6 de mayo, el país parece dirigirse hacia un parlamento en el que ningún grupo tiene la mayoría y en el que la urgente necesidad de tomar decisiones sobre la economía podría demorarse por el imperativo de construir coaliciones.
Los debates televisados por primera vez en Gran Bretaña, tres en total, ya han espoleado una transformación inesperada en la política del país. Nick Clegg, líder del partido Demócrata Liberal, perennemente en el tercer sitio, ha tenido dos participaciones brillantes, estremeciendo a los dos pesos pesados de la elección: Brown, del Partido Laborista, en el poder; y David Cameron, del Partido Conservador.
Los demócratas liberales han superado a los laboristas para ocupar la segunda posición en muchas encuestas recientes.
Pero el debate por televisión más decisivo podría ser el del jueves, con el tóxico tema de la economía. Gran Bretaña ha batallado a través de una profunda recesión de 18 meses en la cual aproximadamente 1,3 millones de personas han sido despedidas y 50.000 familias tienen sus casas embargadas.
Quienquiera que gobierne Gran Bretaña después de la votación del 6 de mayo debe rápidamente doblegar un gigantesco déficit de 152.840 millones de libras esterlinas (235.900 millones de dólares) acumulado durante la crisis financiera mundial. Gran Bretaña probablemente sufrirá el mayor recorte de servicios públicos desde la Segunda Guerra Mundial, los impuestos seguramente se elevarán y los esfuerzos para disminuir el desempleo tomarán tiempo.
Mal rato
Brown cometió este miércoles una indiscreción a micrófono encendido al tildar a una mujer de 65 años de "intolerante" tras insistir la electora sobre el tema de la inmigración durante un encuentro.
Brown, que al parecer tiene un carácter iracundo, habló con un ayudante tras alternar con los electores en el norte de Inglaterra, pero sin darse cuenta que seguía portando un micrófono de la televisión que no había sido desconectado.
Es uno más de una larga serie de deslices de los políticos, cuyos comentarios privados han sido por accidente de dominio público, desde el chiste del presidente Ronald Reagan en 1984 declarando la guerra a Rusia al de George W. Bush cuando recibió en el 2006 al predecesor de Brown, Tony Blair, con un campechano "compadre Blair".
Y Brown no es el primer dirigente británico sorprendido en una indiscreción. En 1993, el entonces primer ministro John Major llamó "bastardos" a los miembros díscolos de su gabinete sin darse cuenta que había un micrófono encendido.
Las consecuencias políticas de la indiscreción de Brown podrían ser severas, ya que ocupa el tercer lugar en los sondeos de opinión frente al conservador David Cameron y al liberal demócrata Nick Clegg.
El equipo electoral de Brown alteró esta semana su estrategia por creer que más contactos con el público favorecería sus posibilidades en las urnas.
Eso era el plan, hasta ahora. Tras hablar con la abuela Gillian Duffy en la aldea norteña de Rochdale, Brown indicó a su asesor, sin notar el micrófono encendido, que "esto fue un desastre, nunca deberían haberme puesto con esa mujer. ¿Quién tuvo esa idea? Fue ridículo".
Preguntado lo que dijo Duffy para molestarle tanto, Brown indicó al ayudante que "de todo. Es una mujer intolerante".