Durante la semana el papá le había pedido que si marcaba un gol se lo dedicara a su mamá, María Cielo Castro, fallecida por causa de una neumonía en el 2000 cuando él tenía 10 años de edad.
Y como el más obediente de los hijos, Édgar Felipe Pardo, no solo hizo uno, sino tres tantos que se convirtieron en el más significativo homenaje que la ha hecho a su progenitora, como se apreció en la televisión.
"Ella es el amor de mi vida, siempre la tengo presente así no esté conmigo", relató Pardo, en tono pausado, mientras se acomodaba en una poltrona. Y contó que desde que tenía tres años y vivían en Bogotá, María Cielo, quien era sicóloga y odontóloga, empezó a enseñarle a patear balones "de esos de piscina". Siempre lo apoyó hasta el día de su muerte.
Mientras participaba en el mundialito en Argentina con el club Fair Play, su mamá se enfermó. Lo recuerda como si fuera hoy. Lo llamaron de urgencia y cuando regresó ya ella había fallecido. Le quedó un gran vacío que trata de remediar con goles en su honor cada vez que salta a la cancha.
Su padre, Égdar Emilio, quien vive en Valledupar y es economista; su hermanita Isabela, de cuatro años; y el hermano mayor, Rafael Antonio, de 30, también reciben parte de las dedicatorias de quien se convirtió en la figura de la tercera fecha de las semifinales.
Un día soñado
Este artillero del Independiente Medellín dibujaba ayer con una sonrisa toda su felicidad y satisfacción, luego de regresar de Cartagena con el equipo escarlata, líder del cuadrangular A del torneo colombiano.
Recién duchado y con agradable olor a loción fina, acompañado de su novia Alejandra (opita), de amigos y familiares, Felipe vivió una jornada agitada por el asedio de la prensa. Pero lo hizo con la cordialidad de siempre, con ese carisma que contagia humildad y calidad que le permitieron adaptarse pronto al poderoso, donde, asegura, "estoy feliz".
La dicha de este joven de 19 años era por su despegue goleador con el DIM, una misión que se había frustrado en otras ocasiones y que ya empezaba a preocuparle.
Y lo hizo con moño en su primera tripleta que logra como profesional, en una trayectoria que ya suma 17 anotaciones (también jugó en el Huila y el Cali, dueño de sus derechos deportivos).
Una tripleta que comenzó con susto, pues confesó que cuando le hicieron repetir el cobro del tiro penalti que le habían cometido la cabeza le dio vueltas: "me dio miedo, estaba asustado, como lo notaron los compañeros que luego me lo comentaron. Por un momento sentí cosas en el estómago y no sabía si cambiar de ángulo, pero me tenía mucha confianza y seguí adelante. Siempre le pido a mi mamá que me ilumine".
Por fortuna en el segundo remate acertó y Pardo comenzó a disfrutar de una fecha que jamás olvidará.
En el DIM, contó Édgar Felipe, el orden para cobrar los penaltis lo define la efectividad de los cobros durante la semana. Infortunadamente los días previos no habían sido los mejores para él por algunos inconvenientes familiares y, porque luego de las prácticas, no aparecía entre los titulares.
Pero su fe era tal que en el momento de la falta todo cambió a su favor. Ricardo Calle, el primero en la lista, no se tenía mucha confianza y le pasó la pelota a Luis Carlos Arias quien, ante la petición de Pardo, le entregó la responsabilidad y el privilegio al hombre de la casaca roja con el número 13.
Felipe, coleccionista de carros a escala, también quería retribuirle la confianza al técnico Leonel Álvarez, de quien aseguró que "no es un profesor, es un amigo que hace sentir muy bien a los jugadores y les da la importancia que merecen". Y a todo el equipo en el que "desde que llegué percibí la unión y la alegría".
Pinta juvenil
En menos de seis meses que lleva en Medellín este jugador, que se alista para estudiar inglés, ya empieza a ser reconocido por los aficionados que le ven por el sector de Laureles, donde vive, y esporádicamente en los centros comerciales Unicentro, Los Molinos, El Tesoro y Oviedo, pues la mayor parte del tiempo lo pasa en los entrenamientos y la competencia.
En casa "juego play, chateo con la familia y leo mucho libros de deportes", cuenta el muchacho de bluyín y camiseta azul, que a su corta edad parece un gitano, pues nació en Quibdó, vivió 10 años en Bogotá, dos en Barranquilla, cuatro en Cali, año y medio en Valledupar y el mismo tiempo en Neiva. Hoy cultiva su historia en Medellín.
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