Temblores, contaminación de acuíferos y uso de agua son unos de los más serios cuestionamientos que se hacen a la extracción del esquisto, aunque los estudios a la fecha no son concluyentes.
Si bien Ernesto Velásquez, gerente de Exploración de Ecopetrol dice que acá se fracturan rocas desde 1950 o antes "cuando en yacimientos convencionales la porosidad y permeabilidad no son buenas", la inquietud es válida.
Las consecuencias colaterales han sido documentadas en distintas regiones. Won-Young Kim reportó este año en el Journal of Geophysical Research el caso de Youngstown en Ohio. (E. U.): 101 temblores de tierra registrados en un año de explotación, pese a que nunca se habían sentido.
Erik Kiviat, en Annals of the New York Academy of Sciences reportó en un artículo este año que en la explotación mediante fracturamiento hidráulico de los campos Marcellus y Utica Pensilvania con un área potencial de 280.000 kilómetros cuadrados existen amenazas de contaminación con químicos sintéticos tóxicos, sal, fragmentación del paisaje y alteración de las corrientes de agua.
Un gran temor es la contaminación de aguas subterráneas. Al fracturarse la roca con elementos de escasa regulación puede liberarse metano que implica riesgo de explosiones. Y el agua que va a la superficie con frecuencia contiene cantidades bajas pero medibles de elementos radiactivos y altas concentraciones de sal, según un artículo de Susan Brantley de Penn State University y Anna Meyendorff, de la U. de Michigan. Análisis en el campo Marcellus, con 500 billones de pies cúbicos, suficientes para proveer gas a Estados Unidos durante 50 años no arrojó contaminación de acuíferos.
Velásquez, hablando para la revista de la ACP mostró otra preocupación: el uso del agua, pues se requieren grandes cantidades y la obtención de la licencia no es sencilla. Tampoco está clara la disposición final, aunque estadísticas internacionales hablan de un 70 a 80 por ciento de reciclado.
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