Los hechos en torno a la caída reforma a la justicia son suficientemente conocidos por la opinión pública y cada persona medianamente informada tiene su propio concepto. Las que aún son inciertas, y ameritan toda nuestra atención, son las consecuencias que de ella se deriven.
Mi anterior columna terminaba proponiendo el ejercicio del poder social para lograr que el Congreso tenga la valentía de aceptar sus culpas, el Ejecutivo la inteligencia para liderar los ajustes correctos, los jueces la mano firme para hacer justicia y los electores la memoria y el carácter suficientes para no repetir tantas equivocaciones. Los primeros conceptos se refieren a las tres ramas del poder público y el cuarto a nosotros, la sociedad colombiana que, como tal, decidimos la forma de Estado que queremos, entendido éste, de acuerdo con Esmein, como la “personificación jurídica de la nación”, o como dice Kelsen, el Estado es una “ordenación de la conducta humana”. En suma, nosotros somos los generadores de nuestros males y los únicos generadores de las soluciones.
Como parte del problema, debemos pasar a ser artífices de soluciones.
Norberto Bobbio, en su libro “
Estado, Gobierno y Sociedad” nos habla del ciudadano participante y del ciudadano protegido que habitan dentro de nosotros y que permanecen en conflicto. El ciudadano que mediante la participación activa exige protección al Estado, lo fortalece y se hace su súbdito y aquel que, sintiéndose protegido, mediante la indiferencia contribuye a su disolución.
Nos hace falta mayor participación y asumir nuestros deberes sociales con mayor responsabilidad. Estamos acostumbrados a delegar sin instrumentos de seguimiento, valoración y control eficaces sobre los temas que delegamos y ante los errores evidentes, juzgamos, sin mecanismos válidos de sanción, a quienes han traicionado nuestra confianza, para luego reincidir en el error.
La indignación que hoy se vive debe ser el motor que impulse el cambio, la identificación del querer nacional, (lo que los norteamericanos llaman el National Will) y el mayor acercamiento entre Estado y Nación. Para ello se necesita una ciudadanía más activa, reflexiva, autocrítica y propositiva.
Pienso que la solución está, no solo en el relevo de las personas que delinquen impunemente, sino en el cambio de nuestras costumbres políticas, en una sociedad permeada en su ética y en sus usos y costumbres por efectos del narcotráfico, donde hay mayor preocupación por el tener, que por el saber y por el ser.
En tal contexto, la lucha debe estar en el campo de las ideas y no solo en el juicio a las personas que han fallado. Para ello, me parece útil recordar la frase de autor anónimo que dice: “Las mentes educadas manejan ideas; las mentes corrientes hablan de actualidades; las mentes mediocres hablan de los demás”.
ADENDO: Las Fuerzas Militares son para Colombia uno de sus más valiosos e irremplazables activos; es un inmenso error tomarlas de balón en el juego politiquero que actualmente presenciamos
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