De nuevo, Ollanta Humala pasa a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú, como ocurrió cinco años atrás. Si el 20 por ciento que faltaba por escrutar, al cierre de esta columna, (según la Oficina Nacional de Procesos Electorales, Onpe, los resultados se conocerán el próximo miércoles) se comporta como el 80 por ciento que ya se conoce, pasaría a la segunda vuelta con la hija del expresidente Alberto Fujimori, Keiko Fujimori.
Pese al crecimiento económico que ha tenido este país en los últimos años, de 6,2 por ciento en promedio, los sufragantes, que aún no gozan de estos beneficios y reclaman una mayor inclusión social, mostraron el pasado domingo un rechazo al sistema tradicional y a los demás candidatos, dándole el voto a Humala, quien ganó en la mayoría de departamentos más olvidados.
Un triunfo que fue dado por una mayoría que no teme o ignora las consecuencias de lo que plantea Humala, como la destrucción del sistema económico y la estatización de las empresas, la disolución de la actual Constitución del Perú. Una mayoría que está dispuesta a pagar el precio, con tal de verse beneficiada por las promesas que ha hecho este candidato, en especial, la creación de una política rural.
Keiko Fujimori, por su parte, parece ser quien pasará, con un estrecho margen que se define, voto a voto, con Kuczynski. De hecho, ella ya se autoproclamó la ganadora desde el pasado domingo. Esta mujer carismática, con 35 años, es una abanderada de los proyectos de su padre, a quien menciona con orgullo en sus discursos. Ha prometido dar continuidad a las obras del fujimorismo, como la generación de empleo, infraestructura y lucha contra el terrorismo y la delincuencia.
Y en el caso de Keiko, ocurre lo mismo que con Humala. Quienes la eligieron parecen no tener en cuenta hechos como el golpe de Estado de 1992 o las acusaciones de violaciones a los derechos humanos y la red de corrupción creadas por su padre, factores que hoy lo tienen en la cárcel. O están dispuestos a tenerla como gobernante, con tal de que ellos salgan de la miseria y el abandono, como salieron muchos otros durante el gobierno de Alberto Fujimori.
¿Y qué pasó con los candidatos perdedores, el expresidente Toledo y el exalcalde de Lima, Luis Castañeda, quienes hace algunos meses encabezaban las encuestas? ¿Y el exministro de economía Pedro Pablo Kuczynski, quien al parecer quedará por fuera de la segunda vuelta?
En lugar de hacer alianzas entre ellos (Kuczynski y Toledo pasaron de trabajar juntos como ministro y presidente respectivamente, a ser grandes rivales), mostraron en los debates y entrevistas sus divisiones, enemistades e incluso falta de respeto, hecho que causó un descontento entre la población electoral y les restó credibilidad. Les pudo el orgullo, el pensar en sí mismos, en lugar de unir fuerzas para buscar dar continuidad al crecimiento económico, que ya va en marcha en este país pero que, como vemos aún no ha beneficiado a todos los sectores.
Este es el panorama para el próximo 5 de junio, fecha para la segunda vuelta.
Esperemos que luego de la jornada del pasado domingo, quienes se disputan la presidencia sepan orientar los destinos de esta nación llena de riquezas y también de contrastes, y que pongan en marcha tantas potencialidades que tiene y que sus compromisos sean pensando más en el bien y la riqueza de la nación.
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