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¿QUÉ SEGUIRÁ DE AQUÍ?

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11 de marzo de 2014
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No alcanzó siquiera a obtener el 50% del Senado la coalición santista, formada por la U, el liberalismo y Cambio Radical, los tres avaladores de la reelección presidencial.

Frente a este hecho, el conservatismo puede jugar un protagonismo fundamental en la próxima legislatura y en las elecciones de mayo.

Si bien esta colectividad bajó de 22 senadores que tenía a 19 y de 2.260.000 votos en el 2010 a 1.930.000, fue la tercera fuerza electoral el domingo. Sobrevive contra las encuestas y los pronósticos de quienes le entonaban el réquiem. Si sabe mover bien las fichas –sin violentar su dignidad– podría ser un factor definitivo en el inmediato ajedrez político.

Con esa votación azul y ese número de congresistas sus credenciales se valorizan.

¿En dónde se colocará el conservatismo como fiel de la balanza en la controversia Santos–Uribe? ¿Seguirá como apéndice y socio burocrático del actual presidente? ¿Patrocinarán sus mayorías congresionales –tal como parece– la reelección santista, corriendo el riesgo de caer en la doble militancia cuando ya el Directorio Nacional ratificó lo aprobado en la convención azul de tener candidata propia? ¿Lograrán eludir sus mayorías parlamentarias la normatividad vigente para apoyar a Santos y dejar colgada de la brocha a la candidata azul? ¿Habrá un Directorio Nacional respetable y con autoridad y capacidad de influir en la junta de parlamentarios para evitar la sublevación contra sus estatutos?

El esfuerzo de Álvaro Uribe fue productivo. Su prestigio condujo a que su partido se constituyera en la segunda fuerza electoral a pesar de todas las truculencias y obstáculos que se le atravesaron. Con sus 19 senadores, será líder de una oposición cuyo protagonismo es vital como elemento equilibrador en toda democracia. Una oposición que podrá contribuir, no a derrumbar sino a mejorar las propuestas sobre el proceso de paz –primer punto de la agenda nacional– para convertirlo en política de Estado y no en una oportunista estratagema de reelección. Solo decantándolo se hará menos traumático el difícil camino de posconflicto. Temas de debate como la distribución y propiedad de la tierra en el campo, la reforma judicial, la situación pensional y de la salud tendrán positivo aporte del expresidente/senador.

Sabe Uribe que la jauría de sus cerriles adversarios intentarán sacarlo de casillas. Lo acosarán a través de espejos retrovisores y de sindicaciones protervas. Le faltarán al respeto en su condición de expresidente. Lo maltratarán delegándolo a cumplir comisiones extravagantes y negándole inclusive el uso oportuno de la palabra, si la presidencia del Senado queda en manos de algún arribista del santismo. Tendrá que resistir para que su temperamento no explote, ni siga el camino de Misael Pastrana en la Constituyente del 91, cuando se vio forzado a dejar su curul ante el tratamiento vejatorio de sus detractores que no contradictores.

El país entra ahora en la recta final de la competencia para elegir presidente. Serán dos meses de lucha implacable, ojalá con armas más nobles de las que se utilizaron en este debate en donde la agresividad contribuyó a que gentes hastiadas del pugilato feroz se abstuvieran de votar o haciéndolo, optaron por el voto en blanco o simplemente por no marcarlo en las urnas.

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