Duele e indigna lo que pagaron las Farc por el atentado terrorista contra un supermercado en el centro de Quibdó. Se reveló que $50 mil. Pero cualquier cifra sigue siendo una ignominia. Hubo cinco muertos.
Se trataba de civiles. Era evidente. Pero puede más el afán de intimidación, extorsión y daño de la guerrilla, que su deber de respetar a los no combatientes. Así fue en Pradera, Valle, con una motocicletabomba. Así fue en Inzá, Cauca, con un carrobomba. Así seguirá siendo mientras las Farc existan y no desmonten sus frentes, ese aparato perverso de guerra que no soportamos más.
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