Escribir no es nuevo en la vida del abogado Ramiro Valencia Cossio. De hecho, su columna de opinión en El Colombiano, por más de 30 años, le ha permitido a este empresario, político, profesor y conferencista un reconocimiento en las esferas del gobierno y la industria.
Lo que llama la atención sobre este exgobernador, exembajador y exministro es el éxito que ha tenido con una pequeña columna que publica desde hace casi 10 años, primero en la revista Euforia, de Alianza Summa, y hoy en la de Avianca, sobre reflexiones personales de la vida cotidiana.
¿Qué lo animó a escribir y hacer públicas sus reflexiones?
"Una de las cosas que he aprendido en este mundo del espíritu, y sobre todo con los escritos y con el contacto personal con Deepak Chopra, es que no hay adentro ni afuera. Es decir, también la actividad de afuera es fruto del espíritu. El problema es que somos nosotros quienes la dividimos. Lo de afuera es reflejo de lo de adentro".
¿Cómo llega a la meditación?
"Yo he sido un buscador. Terminé bachillerato en el 63 y me fui de jesuita. Fueron cuatro años. Hice votos perpetuos. Creí que esa era mi vocación de servicio. Ahí hay un comienzo: la decisión de entrar queda, imprime carácter. Luego sería durante la primera alcaldía de Juan Gómez Martínez cuando una noche encontré en el nochero un libro de Meditación Trascendental. Le pregunté a Margarita (la esposa) al respecto y me dijo que se había iniciado en un curso como meditadora. Yo leí el libro y me pareció muy interesante. Como jesuita yo había meditado, con un contenido religioso, y sabía que la meditación era pacificadora. Estábamos en un momento muy difícil, el más difícil de Medellín con la guerra del narcotráfico, del cartel, de las bombas. Juan y yo nos iniciamos como meditadores en el despacho. Luego yo conocería a Deepak Chopra con quien inicié una amistad. Hice cursos de meditación y me convertí en profesor de meditación".
¿Qué tienen de especial estas columnas?
"Para mí es una necesidad plantearme las reflexiones. Creo que de la formación jesuística me quedaron dos cosas: una, siempre interrogar. Si miras mis columnas verás que siempre hay un interrogante, tanto en las de opinión como las de reflexión. Y la otra, la simpleza. No sé a quién le oí decir o dónde lo leí, que uno debe escribir de tal manera que lo entiendan los niños y no sonroje a los adultos.
Escribo corto. Para muchos puede ser demasiado simple. No sé de dónde me nació que todo lo termino con el título. Cuando aprendí un poco de oratoria, con los jesuitas, había tres puntos: impacto, puente y conclusión. El impacto es el título, luego el puente es lo que se plantea para llegar a la conclusión que es el título. He tenido la ventaja de que mucha gente me escribe, me cuenta historias. No pretendo ser original ni me apropio de las cosas, solo hago reflexiones personales".
¿Cómo ve estos nueve años en retrospectiva?
"Sé que mucha gente me lee porque no tiene nada más que hacer en un vuelo. Pero debo decir algo desde el corazón: me sobrecoge mucho releer después. Y lo digo porque uno quisiera que el mensajero y el mensaje fueran lo mismo. Que uno en su vida real fuera lo mismo que el mensaje. Pero no es así. Yo también soy un buscador, un ser humano con todas sus falencias. No pretendo nunca ser maestro ni dar clases de ética o moral. Son reflexiones que me nacen, que me hago yo mismo, la diferencia es que las hago públicas".
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