Apreciado doctor Coronell:
Es usual, y para mí un deber, que aun los columnistas y no sólo los reporteros, tengan todas las caras de la moneda antes de sentarse a escribir. Como Usted, quién sabe por qué motivo, prefirió interpelarme públicamente y quizá cumplir el mandato de, según sus propias palabras, beber el cáliz de denunciarme y pedir en su privilegiada columna de la revista Semana que yo le responda, paso a hacerlo. Usted bebió el vino del cáliz pero ignoró el agua, según el ritual que sigue la Iglesia Católica y que se remonta a las costumbres y ceremonias del Pueblo de Israel.
No quiero dejar de expresar que su escrito siembra un manto de dudas con respecto a mí, en quienes no me conocen. Manto de dudas que lesiona valores fundamentales que defiendo por convicción, que no son acomodaticios y que conforman el mejor legado que he recibido, que he entregado y que dejaré a mis hijos, cuando Dios decida que mi camino por la vida en la Tierra ha de concluir.
Pero hay algo más. Ese manto de dudas también lesiona al resto de periodistas de EL COLOMBIANO y LA REPÚBLICA, personas idóneas y éticas que sienten que todos los que trabajamos en esta empresa somos un grupo que nos apoyamos recíprocamente, que nos oímos y nos damos consejos, grupo cuyo norte esencial es el servicio al bien común y a la construcción de un país mejor, más digno, con una paz integral y una institucionalidad fuerte para los niños de hoy y para las futuras generaciones.
Sí, Daniel Coronell. Saqué un crédito con el Banco Agrario por sugerencia que le hizo a mi esposo, Ingeniero Agrónomo, otro Ingeniero Agrónomo que trabaja en la granja La Selva, de Corpoica en Rionegro, Antioquia.
Este Ingeniero consideró que mi proyecto de un invernadero tecnificado, que tiene una extensión de 1.700 metros cuadrados, (casi una quinta parte de la cancha de fútbol del Estadio Atanasio Girardot de Medellín), podía cumplir los requisitos para que se me otorgara tal crédito.
Hubo visitas de campo, análisis diversos, recomendaciones con respecto a las aguas, aprobación del sistema de riego por goteo, construcción de una salita de selección y corte de las ramas, mandato que seguimos para cumplir con las estrictas y pertinentes exigencias. Hubo por parte del Banco Agrario la ponderación de cuánto podría ser el crédito, como proporción de mi inversión, y ese crédito fue el que firmé y me comprometí a pagar.
He honrado mi pago de intereses, blandos, nadie lo niega; y el pago de cuotas de amortización a los ochenta y dos millones de pesos, suma a la que ascendió el crédito.
Me pregunto y le pregunto: ¿qué país, (aun los más ricos), no otorga créditos blandos al agro? El agro es contemplado por todos los gobiernos inteligentes del mundo; y ellos, dentro del campo, apoyan tanto a los pequeños como a los grandes productores.
¿Por qué Colombia no puede hacer lo mismo? ¿Acaso no es su deber? No creo que haya nadie con cierto nivel de conocimientos que no esté de acuerdo con que en Colombia hay que apoyar al campo, pero no como se hizo en las fallidas reformas agrarias del pasado, cuando se entregaba tierra, pero no el conocimiento integral para poder volver exitosa la parcela. Cuando el campesino quedaba aislado sin saber cómo ni dónde vender. Sin eso que ahora llaman cadenas de valor.
¿Cuál fue mi interés al montar el invernadero de follaje para la exportación o el comercio nacional? Únicamente hacer auto sostenible una pequeña parcela con una sencilla casa de campo.
El objetivo esencial fue proteger el trabajo de un desplazado de la violencia, evitando eliminar su sueldo y el de su esposa, evitando que quedaran sin una vivienda digna, con todos los servicios y facilidades para que sus tres hijos vayan al colegio y puedan llegar a hacer estudios superiores para ascender en la escala económica, haciendo lo que su vocación y capacidades les señale.
Si hubiera querido esconder mi nombre, podría haber pedido el crédito por medio de una sociedad que tengo. Pero no. Lo hice a título personal, acogiéndome a la ley y permitiendo el escrutinio público, ayer, hoy o en cualquier momento. No busqué a nadie para que me ayudara. No acostumbro estar detrás de gente influyente para lograr favores. No es mi estilo.
Estoy en desacuerdo con Usted en cuanto a que los periodistas no podemos acceder a ningún beneficio que otorgue una ley, y que si lo hacemos debemos decirlo públicamente o abstenernos de escribir y opinar sobre esa ley. Eso sólo pueden hacerlo los comunicadores multimillonarios y ése no es mi caso ni el de mis compañeros en la Redacción que dirijo.
¿Acaso la Reforma Agraria no nos beneficia o perjudica? ¿Destinar la retención en la fuente a la compra o mejora de vivienda nos obliga a decirlo públicamente o abstenernos de opinar a favor o en contra de dicha norma? La gasolina tiene subsidio del Gobierno. ¿Debemos entonces decir que tanqueamos el carro con gasolina subsidiada, para poder tocar el tema desde el punto de vista periodístico?
Usted retoma a mi padre Fernando Gómez Martínez, mi mejor maestro de periodismo y mi guía ética junto con mi madre, no sólo en el ejercicio de este noble y difícil oficio sino en todas mis actuaciones vitales. ¡Cómo me gusta que lo haga! Ojalá otros se atrevieran a ojear sus lecciones.
Y toma Usted una frase por él escrita y grabada en mi mente, como tantas otras. "En guarda de su independencia el periodista debe estar desvinculado de todo interés comercial que pueda estar en pugna con el de la sociedad". Según mi humilde criterio, subjetivo obviamente, la norma AIS, Agro Ingreso Seguro, no está en pugna con el interés de la sociedad. Todo lo contrario. Es útil a la sociedad porque le permite progresar, transferir y recibir conocimiento, mantener o crear puestos de trabajo, impulsar las exportaciones, tener buenos alimentos a buenos precios y manejar el agro de un modo sostenible, para mencionar algunas de sus cualidades.
¿Necesita ajustes? Claro que sí. Eso lo hemos escrito. ¿Necesita refinar los mecanismos de control para evitar abusos como los de aquellas personas que dividieron un inmenso latifundio para recibir más dinero como subsidio del Estado? Claro que sí. Esto también ha sido escrito en EL COLOMBIANO.
Siempre habrá deshonestos y débiles en principios éticos. Por un tiempo más, desgraciadamente, habrá gente que seguirá la perversa lección del dinero fácil recibida de narcos y de otras personas que se enriquecen a costa del bienestar de la mayoría.
Pero volvamos a mi caso. Yo no engañé. Yo no busqué a ninguna persona influyente para que me otorgaran el crédito. El monto de crédito lo definió el Banco Agrario siguiendo sus parámetros y teniendo en cuenta el monto de la inversión.
Para quienes se pregunten si voy a renunciar al préstamo y a devolver el dinero, les contesto que no lo haré, porque actué dentro del marco de la Ley y la Ética.
Para quienes quisieran que yo no volviera a tocar el tema de Agro Ingreso Seguro, les digo que lo seguiré tocando, cuando considere que deba hacerse.
Para quienes aspiran a que no defienda al Presidente Álvaro Uribe, siento defraudarlos. Como siempre, destacaré sus aciertos y haré una crítica respetuosa de los que considere sus errores, no con el ánimo de golpearlo sino de que dichos errores se corrijan.
Yo escribí el Editorial después del debate en el Congreso al Ministro de Agricultura, Andrés Fernández. Lo hice documentada y habiendo tomado nota hasta la media noche, hora en que terminó la sesión del Senado. Y hoy escribiría lo mismo.
Ahora, como ayer, seguiré reconociendo las cualidades humanas y morales, la inteligencia y preparación del ex Ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, actual precandidato a la Presidencia de la República, y de su sucesor en el cargo en el gabinete, el doctor Andrés Fernández.
Seguiré defendiendo la institucionalidad y el imperio de la ley, y criticando a quienes desde distintos flancos, incluidos los micrófonos y el papel, quieren desinstitucionalizar a Colombia para implantar otro modelo, trasnochado y obsoleto, según mi opinión. Creo en la libertad con responsabilidad y, por tanto, la diferencio muy bien del libertinaje, que condeno.
Soy patriota, amo a Colombia, y en ella y por ella trabajaré hasta el último segundo de mi vida. Quiero a todos los colombianos de buena voluntad, que son la mayoría.
Sueño con un país que cada día sea más seguro, más democrático, más equitativo y más digno, donde haya igualdad de oportunidades para todos.
Sueño con una Colombia en paz. Pero sé que esa paz es obra de todos y no del Gobierno solo, de ningún Gobierno solo. Como mi padre, nací para la disciplina y el orden, y no creo que una y otro sean propiedad privada de partido político alguno. Una y otro son cualidades de los países auténticamente desarrollados en donde sus habitantes participan, buscando el bien común.
Daniel Coronell, he respondido a su pregunta. Ya su cáliz tiene el vino y el agua. Confío en que mi respuesta sea publicada en su totalidad y no sea editada.
Atentamente,
Ana Mercedes Gómez Martínez
Copia: Dr. Alejandro Santos, Director revista Semana.
Copia: Medios de Comunicación.
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