La genética y la herencia familiar se confabularon en los clavados de Miguel Ángel y Sebastián.
Antes pudieron haber dado vueltas por otros deportes, pero la línea directa de consanguinidad los paraba sobre trampolines.
No había más remedio que seguir los pasos de su mamá Ana Cristina Abadía, para convertirse en los Reyes de los clavados del Valle del Cauca.
Miguel Ángel fue el primero en recoger lo sembrado por su madre. Sucedió cuando el sardino de intensos ojos claros tenía diez años y luego apareció, cinco años después, Sebastián.
Una vez arribaron por primera vez a las piscinas Panamericanas de Cali, nunca más salieron de allí. Cada vez se hizo más fuerte el cordón umbilical con algo que se convirtió en "su vida", en la disciplina que les serviría como complemento a sus estudios.
La sensación de vacío conquistó al mayor, en tanto que en el menor de los hermanos Reyes goza con la adrenalina, especialmente cuando se lanza desde la plataforma de diez metros, esa que evade Miguel Ángel, ya que le tiene respeto a los quemones y a las malas caídas que producen mucho dolor y hasta lesiones.
Por ese componente de fortaleza en los entrenamientos, por la carrera que realizan, fue que lograron el cupo para estar en el Panamericano de clavados de la categoría júnior, junto con su técnico Juan Campuzano. Allí se convirtieron en los dos primeros en darle medallas a la delegación de Colombia.
En esa jornada inicial del certamen fueron todos unos Reyes de la piscina Olímpica estos muchachos caleños que gozan con los computadores y la música. Miguel Ángel, hizo algunos estudios para ser DJ, en tanto que su hermano, el rubio, se sumerje en el XBox.
Tras varios años de sacrificios, de largas jornadas de trabajo, porque este deporte requiere de mucha disciplina, ambos pueden dar gracias.
Primero, porque la determinación los acompaña, así cueste sacrificar algunas cosas propias de los jóvenes, en tanto que se sienten retribuidos con los viajes, como aquel del año pasado, cuando Miguel Ángel estuvo en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur, -fue octavo-, mientras que Sebastián asistió a Calgary, Canadá, donde aprendió a tomar vuelo.
El de ellos es un asunto de familia. De una disciplina que sembró la mamá Ana Cristina Abadía y que respalda papá Miguel Ángel, por gracia del amor y la combinación de la genética y la herencia de sangre.
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