Resuenan todavía hoy estas palabras de Pablo a los Corintios: "No fui a Ustedes con alardes de elocuencia o sabiduría". "Decidí no saber otra cosa que Jesucristo y éste crucificado". "Para que la fuerza de la fe venga del poder de Dios y no de la sabiduría humana". Si a esto agregamos lo que Jesús dijo a unos pobres y sencillos pescadores: "Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo". Nos aumenta la impresión y crece una muy buena inquietud: ¿Qué quisieron decir ellos entonces, y, sobre todo, qué podría significar esto hoy?
Un ser humano inteligente debe ser una persona iluminadora, que ofrece luces ante las diversas circunstancias y experiencias de la vida. Con todo, vivimos tiempos en que la "Intelligentia humana " no parece orientada toda al beneficio de la humanidad, por el contrario, con desconcierto vemos que es usada para destruir y dañar, negar o aniquilar tanto al hombre como su mundo, de relaciones con los demás.
Cuanto más inteligentes nos descubrimos, desarrollamos toda técnica; tanto más crece la capacidad de hacer y hacernos daño. ¿No es esto inquietante? ¿Qué tipo de inteligencia tenían estos buenos y sencillos pescadores, a quienes Dios en Jesús, reconoció y recomendó ser la sal de la tierra y la luz del mundo? Hombres con una inteligencia emocional buena, es decir: por su sencillez y humildad…, seres con Sabiduría Divina.
He aquí de forma elemental y simple, la respuesta a la pregunta inicial; lo que querían decir para toda la humanidad, para la Iglesia; tanto Jesús como Pablo, al referirse a todos aquellos que fueran discípulos del Reino, y siguieran la sabiduría del Crucificado. Cuanto más simple sea nuestro modo de ser, cuanto más puro y trasparente, cuanto más pacífico y justo, cuanto más bienaventurados seamos en la entrega –crucificada- de nuestra vida a los demás, particularmente al necesitado y excluido…, tanto más inteligentes y sabios seremos para llevar adelante nuestra tarea y misión en el mundo. Tanto más feliz o bienaventurada será nuestra vida.
Hay, en los textos de este domingo la respuesta que acabamos de resaltar para hacer relevante la alegría del Evangelio y cambiar - reorientar- el sentido de la vida. La Sabiduría es, entonces, la inteligencia cuando esta se ofrece y con ella hasta la vida misma. Así en estos casos, la inteligencia termina siendo usada para bien y beneficio de todos, del mundo.
Desde una vida entregada, la inteligencia humana se vuelve sabiduría divina. Llega a ser la sal que da gusto y preserva todo. Cuando uno es capaz de llevar la vida -sabiduría- del crucificado, la inteligencia humana vuelve a ser relacional y entonces será nuevamente la Luz del mundo, no serán las tinieblas o "el mundo escaneado", que hemos hecho. La luz volverá a estar sobre la mesa, brillará sobre las tinieblas.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6