Los que lo conocen siempre lo ven igual: sudoroso, cansado, cargado con un paquete de fotos y siempre de bluyín y camiseta, muy sencillo en resumidas cuentas, pero lleno de entusiasmo.
A Albeiro Muñoz, en el reino de los pobres conocido como Salomón, no le hace falta nada en este mundo, aunque tampoco tiene nada.
"A los que sí les hace falta es a los humildes, a los pobres, a los desplazados y por ellos lucho y pido, así me la he pasado hace muchos años y lo haré por siempre", dice este buen hombre, que si fuera por todas las ayudas que recibe de la gente pudiente, de políticos y caballistas, tendría casa de lujo con los mejores y más modernos electrodomésticos.
Pero tiene para sí muy poco, porque todo lo entrega. Es cierto, se le ve en los pasillos de todos los edificios de La Alpujarra hablando con políticos. Y hasta estuvo en campaña para el Concejo. Pero no es un politiquero ni sobachaquetas.
Lo viene haciendo hace 19 años, cuando escuchó el llamado de Dios para luchar por los humildes.
"Fue como una profecía. A los trece años vi la Virgen, lloré una semana seguida y mi mamá me preguntaba porqué, hasta que le dije que veía una señora con manto blanco".
Sueño. Ilusión. Realidad. O una mezcla de las tres, las grandes beneficiadas con esa visión fueron las personas humildes de Medellín y muchos pueblos de Antioquia, que empezaron a recibir su obra social, basada en un principio sencillo: "pedirles a los que tienen para darles a los que no tienen".
Y así, hace cuatro años creó la Fundación Humanitaria de Líderes, que tiene el programa Almuerzo Solidario, que regala mercados y comida.
Se le ha visto en los barrios repartiendo carne, en el Centro organizando un almuerzo callejero para indigentes y hasta en pueblos como Urrao rifando mercados y sirviéndoles almuerzos a miles de pobres.
"Cuando veo gente sufriendo me descompongo. Por eso soy frentero para decirles la verdad en la cara a los políticos, que muchos amasan fortuna sin tener si quiera a quién dejársela", afirma Salomón, que le dio ese nombre a su hijo de cinco años porque cuando estaba en el vientre, su esposa oyó una voz que le dijo que lo bautizara así.
El barrio Medellín sin Tugurios es el refugio de todos los que tienen necesidades.
"A mí, que tengo seis hijos y mi esposo inválido, me da mercados", comenta Claudia Ramírez. Ana Bustamante, desempleada, cabeza de hogar y abandonada con dos niños, añade que a ella le ayuda con comida y plata.
"Es un ángel para nosotros", apunta.
Su filosofía es sencilla: no hay necesidad de acumular riquezas porque uno nada se lleva. Una persona sin un centavo en las manos pero llena de amor hace más por los demás que muchos políticos que tienen poder y plata.
"Venimos a este mundo a purificarnos, pero cometemos y cometemos errores".
En medio de todo, tiene arte para sacarles a quienes les sobra y un alma sin gula ni ambiciones para repartirles a los que les falta todo. En el reino de los pobres, Salomón halló la felicidad, así en sus bolsillos casi nunca tenga más de mil pesos para gastárselos él solito.
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