No a mucho tiempo de dejar atrás Pitalito se presenta una camino serpenteante que revela de lejos abismos sobre los cuales se sube de a poco a San Agustín.
Mientras el camino desde Neiva, algo más de 220 kilómetros, se recorre por una carretera en buen estado que cruza buena parte de importantes municipios opitas, arriba el Parque Arqueológico habla de un pasado diferente, que fue vida y muerte, reto y descanso.
No en vano, fray Juan de Santa Gertrudis , primera persona que se asomó por la región hacia 1756 para dejar sus escritos y descripciones iniciales de lo que encontró en sus Maravillas de la Naturaleza, dijo entonces a sus compañeros de viaje que estarían seguros pues en semejantes montañas no entraría ni el demonio a tentarlos.
El Parque Arqueológico San Agustín es desde entonces un misterio. En 2013 se cumplirán 100 años de las primeras excavaciones científicas hechas por el antropólogo alemán Konrad Theodor Preuss y mucho se ha encontrado, pero hay más por descubrir.
Con la lección bien aprendida, presta a responder cualquier inquietud, Edna Rocío Obando , una de los 18 guías del parque, describe cada una de las cuatro mesas donde descansan las estatuas dejadas por un pueblo no conocido en una región habitada desde hace 6.000 años.
“Estaban bajo tierra. Por alguna razón los indígenas las enterraron y se marcharon”, explica. Pero el proceso fue más lento que las palabras.
San Agustín es un municipio de calles pequeñas, casa de unas 30.000 personas, la mitad urbanas, por el cual de tanto en tanto se aprecian extranjeros de distintas procedencias y mucho turista nacional que buena parte del tiempo reciben la suave caricia de una lluvia recurrente y el frío estremecedor de las noches, pese a estar a solo 1.730 metros.
Pero San Agustín es también un parque de 78 hectáreas en el que se exhiben unas 130 esculturas que quedaron (no se sabe cuántas se extrajeron en la larga historia de los siglos) ubicadas muchas no en su sitio original. Un parque declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995.
Un lugar en el que quedó reflejado en tumbas y una que otra habitación la historia de un pueblo contada además en estatuas de 30 centímetros hasta 4,30 metros en las que formas humanas se mezclan con rasgos de águilas, pumas, monos y serpientes.
“Tenemos georreferenciados algunos sitios donde podría haber más”, dice Fabián Sanabria , director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia que tiene a su cargo este y otros parques.
Luis Alfredo Ceballos , bibliotecario de la Casa de la Cultura, cuenta que en estos días Víctor González , del Instituto, les habló de 3.000 sitios detectados entre San Agustín e Isnos, a 30 kilómetros, donde se halla otra gran muestra de esas antiguas culturas.
Las esculturas y complejos funerarios de San Agustín se construyeron entre los siglos 200 antes de Cristo y 800 d. C. notándose una coherencia entre los pueblos que habitaron. Para algunos, fue un centro funerario sudamericano a donde distintas culturas traían sus muertos más importantes.
Tras las mesas, Edna Rocío se encamina al sitio más esperado: la fuente del Lavapatas, descrita tan solo hacia 1935, una fantástica fuente ceremonial de placas talladas sobre el lecho de la quebrada de ese nombre con figuras de lagartijas y serpientes, bordeadas por canales por los que aún hoy fluye el agua.
Se perciben unas 10 de las 34 figuras que tuvo. El tiempo y el ambiente han hecho de las suyas, como lo consignan Elsa Bedregal Barrera y colegas en un informe sobre el estado y conservación del Bosque de las Esculturas, otro sitio del parque con decenas de figuras que por una u otra razón fueron desalojadas del punto original: “La principal problemática está referida al alto nivel de infestación biológica”.
El informe es parte de los planes de conservación que se mantienen, explica Sanabria.
Unas escalas empinadas llevan al alto del Lavapatas, que ofrece una panorámica de una región repleta de cerros y montañas y en la cual hay otro conjunto de estatuas. Una cima sobre la que el viento silba recuerdos de ese lejano y misterioso pasado.
Es San Agustín, un siglo después del alemán Preuss, un pueblo y un parque que en solo 2011, cuenta Ceballos, recibieron 65.000 visitantes, casi 20.000 de ellos foráneos.
El pasado está vivo.
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