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Santoyo: ¿el "elefante II"?

Una vez más, tuvo que ser la justicia norteamericana la que sacó a la luz un episodio que puede ser uno de los más oscuros de nuestra historia contemporánea. Santoyo debe decir toda la verdad.

  • Ilustración Morphart
    Ilustración Morphart
21 de agosto de 2012
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Cientosde interrogantes deberán ser respondidos a los colombianos sobre el caso del general (r) de la Policía, Mauricio Santoyo. Aclarados por personas concretas, que desde las tres ramas del poder público tuvieron que ver con la carrera, desempeño y ascenso del oficial que hoy llena de vergüenza a su institución y a su propia trayectoria vital.

Deberá responder el exdirector general de la Policía, Luis Ernesto Gilibert, quien fue el que lo asignó como jefe de seguridad del entonces candidato Álvaro Uribe. En esa época, Uribe tuvo un vertiginoso ascenso en las encuestas, y en un momento dado se pudo saber, casi con certeza, que sería elegido Presidente.

¿Qué cuidado pusieron al escoger al responsable de garantizar su seguridad? ¿No hubo una labor de contrainteligencia para determinar en manos de quién se ponía la integridad personal del candidato más opcionado para ganar la presidencia?

Para ese tiempo, ese fue el mayor error de los responsables policiales con poder de decisión. La contrainteligencia no solo debe ser habitual, sino obligatoria. Pero es que con posterioridad, tampoco se aplicó.

Álvaro Uribe ha dicho que él como candidato no tuvo injerencia en la designación de Santoyo, entonces coronel, como su jefe de seguridad, ni luego en su nombramiento como Secretario de Seguridad de la Casa de Nariño. Deben responder, por ende, los mandos policiales de la época.

Pero la responsabilidad, evidentemente, no se agota allí. Desde esas fechas, el alto oficial siguió desempeñando su cargo, en el que tuvo ascensos, pese a tener en su contra medidas disciplinarias de la Procuraduría General de la Nación.

Aquí hay unas responsabilidades que no se podrán eludir. Ya este país tuvo una penosa experiencia, conocida en la jerga periodístico-política como la “parábola del elefante”, por la financiación ilegal de la campaña presidencial del candidato ganador en 1994.

Podremos hablar de un caballo de Troya en la Presidencia de Álvaro Uribe, o un “elefante II”, pero la evidencia -mediante confesión del implicado- de que al círculo inmediato del Presidente de la República llegó una ficha de los paramilitares, es quizás uno de los asuntos más graves y oscuros del que tengamos memoria.

Con el grave precedente adicional de que la Corte Suprema de Justicia, mediante sentencia en firme, consideró probado que Jorge Noguera, quien fuera director de la entidad de inteligencia del Estado, el DAS, trabajó también al servicio de los paramilitares.

Estos dos antecedentes servirán, sin duda, para que la campaña sucia de desprestigio contra el expresidente Uribe arrecie y se torne más violenta. El expresidente ha dicho que no tiene nada qué ocultar. Nosotros le creemos.

Pero volviendo a Santoyo, hay que decir que éste no sólo se cubrió de oprobio, sino que dejó en evidencia la inoperancia de nuestra Justicia. Fue Estados Unidos el que detectó sus trapacerías y ahora lo obligó a confesar. Ese país interviene siempre que ve sus intereses nacionales en riesgo. No sería por cualquier nimiedad, entonces, que entró de lleno a descubrir las andanzas de Santoyo y hacerlas salir a flote.

Los términos de la negociación judicial del exoficial de la Policía con la Corte de Virginia son supremamente estrictos. Tendrá que declarar en cuanto proceso sea citado, y decir las verdades que nunca dijo en Colombia.

Una vez más, será a través de la justicia norteamericana por donde nos enteraremos de los episodios más negros de nuestra historia contemporánea. Con el agravante de vernos sometidos a la utilización interesada de todo lo que allí se conozca, que no debe ser poco.

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