La ubicación de las ciudades Ceuta y Melilla es un atractivo para los africanos. Están en pleno Estrecho de Gibraltar y unen a África con Europa, el primero y el tercer mundo. Por eso, con todo y el peligro que significan las autoridades españolas y marroquíes a ambos lados de la frontera, es más llamativa esta vía que cruzar el Mediterráneo.
Dos ciudades españolas en el mapa africano tienen como principal vecino a Marruecos, lo que las hace el puente más directo para llegar a la Europa continental.
Por estas razones, el Gobierno de José María Aznar (1996 - 2006), que a comienzos de los 90 había levantado unas vallas sin mucha seguridad pues la inmigración no era tan fuerte, en 2005, tras la muerte de 14 personas en su intento por cruzar, reforzó la frontera con dos vallas de seis metros, alambres de púas en la parte superior, cámaras de seguridad y vigilancia día y noche.
José Gutiérrez es español y entiende que su Gobierno no puede permitir el paso incontrolado de ilegales, pero está en desacuerdo con la forma, "en ocasiones violenta", que utilizan las autoridades de ambos países para frenar a los arriesgados.
Además, cuenta que parte de la economía de Melilla se mueve por el turismo marroquí y que, desde que las vallas tienen altos niveles de seguridad, el número de personas que cruza es menor.
"El ambiente, las tiendas, los mercados, tienen colores marroquíes. Son nuestros principales vecinos y convivimos en el día a día", agrega. Hasta 400 personas pasan la frontera, de forma legal, cada día.
Tamara Crespo, periodista del diario El Pueblo, de Ceuta, y quien también vivió en Melilla, asegura que si bien la cotidianidad de los ciudadanos es tranquila, las autoridades deben convivir con el paso de ilegales. Incluso, comenta que el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (Ceti), alberga entre 370 y 400 inmigrantes, a quienes les ofrece alojamiento y alimentación. "Ayer hablé con personas de Camerún, Ruanda, Congo... muchos de ellos llevan hasta dos años y la ley dice que pueden seis meses", comenta para referirse a quienes, en vista de que no les definen su situación, deambulan por las calles. "Hablé con uno de Ruanda que salió de la guerra de su país de 14 años, tiene 25, y no ha parado de andar", cuenta sobre el testimonio que más le llamó la atención.
Sobre la cercanía de las ciudades con las vallas, comenta que en Ceuta "el muro está alejado de la zona urbana, pero el de Melilla sí pasa por plena vía principal".
Para ir de Ceuta a Melilla hay 500 kilómetros y no hay carretera. El viaje es por mar y hay que cruzar hasta Málaga, pues el viaje directo es por territorio marroquí.
Un muro simbólico
Manuela Mesa, directora del Centro de educación e investigación para la paz, de España, afirma que el aumento de la seguridad es producto del endurecimiento en Europa de las leyes migratorias. "El año pasado el Parlamento Europeo aprobó una directiva de retorno rápido para los inmigrantes", explica Mesa.
Para ella la valla, más que una herramienta que evita la entrada de personas, es algo simbólico que corresponde a la ideología europea frente a los inmigrantes. Según ella, esta valla no ha frenado el deseo de los africanos de estar en Europa, pues el mar y el cielo siguen siendo otras puertas de entrada.
Agrega que el hecho de que la circulación de gente y comercio entre los dos países siga siendo constante, hace creer y soñar en un panorama sin vallas ni muertos. "En una coyuntura distinta sería posible acabar con las vallas", concluye.