Si hay un lugar que antes de visitarlo obliga a liberarse de todos los prejuicios, es Sicilia. La hermosa isla, al sur de Italia -la más grande del Mediterráneo- y, sin duda, la más excitante por arte, historia y actividad económica.
Deje atrás los arquetipos inculcados por la narración cinematográfica; no busque las atmósferas mafiosas de películas como El padrino pues la geografía y la historia enseñan que es mucho más.
Sicilia merece un viaje, incluso uno interoceánico: posee paisajes extraordinarios como el volcán Etna en Catania o el Valle de los Templos -Patrimonio de la Humanidad- en Agrigento; ciudades que son museos a cielo abierto, en las que se sobreponen vestigios de muchas dominaciones (romana, bárbara, bizantina, árabe, normanda, española) y, sobre todo, grandes vinos en grado de convertir un plato, a lo mejor a base de pescado, en un evento extrasensorial.
Si todos los caminos conducen a Roma, en Sicilia todos los caminos llevan al vino de calidad.
La historia secular de los vinos sicilianos se remonta a los antiguos griegos quienes fundaron en el siglo VIII a.c. el primer asentamiento, Naxos, e hicieron de la vid un "trabajo profesional". Sin embargo, fueron los fenicios - intrépidos marineros y mercaderes superlativos -, quienes hicieron del vino un producto estrella.
Los sicilianos de nuestros tiempos han heredado en los genes no solo la habilidad comercial de sus antepasados sino la dedicación a la tierra y el resultado de ese bagaje son "Los Caminos del Vino". Estas rutas, de las que usted puede estudiar el recorrido en libros o internet, llevan a los lugares en donde se hace el vino de calidad, pero no solo. Un buen vino es también entorno cultural y paisajístico.
El viajero en tierra siciliana puede elegir cual strada o camino emprender. Son 12 y abarcan 17 territorios: una exótica amalgama de culturas, un melting pot , que desde Occidente a Oriente, desde la extrema punta oeste, Pantelleria, a aquella al este, el Estrecho de Messina, vale la pena atravesar.
No sólo vides internacionales como cabernet, sauvignon, merlot, sirah. La lección de los productores italianos está aquí: cultivar y recuperar vides autóctonas, máxima expresión del propio terruño. Encontrará blancos intensamente perfumados con nombres como catarratto, inzolia, moscazo delle lipari, grillo y zibibbo. Rojos robustos como el nero d'avola, perricone o nero mascalese.
Huéspedes del Instituto Regional del Vino y la Vid (Irvv) -que promueve un trabajo conjunto entre todos los bodegueros-, tuvimos la oportunidad de visitar una pequeña parte de ese variado mundo. La excursión nos llevó desde Pantelleria pasando por Favignana y Mozia hasta Marsala, en el occidente de Sicilia.
Viento y fuego
El primer encuentro con Pantelleria fue hace unos años en Roma durante el curso de vinos de la Asociación Italiana de Sommelier a través de su vino dulce, el pasito; fue inmediatamente amor. De ella Gabriel García Márquez dijo: "No creo que exista en el mundo un lugar más apto para pensar en la Luna".
Ubicada en el Mediterráneo entre Sicilia y Túnez (70 kilómetros de las costas africanas, 85 de las sicilianas), Pantellería es un mundo antiguo hecho de piedra volcánica y viento; los árabes la llaman Ben Rye (Hija del viento). Recorriendo sus viñedos, no es difícil sobreponer a los rostros de los campesinos que vendimian -pieles tostadas y curtidas por el sol-, la fisionomía de un antiguo griego. El escritor David Herbert Lawrence, autor de El amante de lady Chatterly , aseguraba que los descendientes directos de los antiguos griegos estaban en Sicilia no en Grecia.
Pantelleria es famosa por el vino dulce concentrado de uva zibibbo (para muchos conocido como Moscato de Alejandría) transformada para la ocasión en uva pasa después de casi 4 meses de secado bajo el tórrido sol de la isla. El perfume recuerda la fruta seca y madura: higos, naranjas confitadas, ciruelas, albaricoques, miel y almendras. El sabor es dulce pero delicado, el color dorado cercano al ámbar.
Déjese tentar por il passito di Pantelleria al momento del postre; sugerimos la casatta siciliana, torta tradicional a base de queso ricotta, azúcar, bizcocho, mazapán, fruta confitada y azúcar glas. Giacomo Casanova por su lado, lo servía a sus amantes, relatan las crónicas del siglo XVIII.
La zibibbo, introducida por los árabes, es la única variedad de vid que se cultiva en la isla pues es capaz de sobrevivir a la total ausencia de irrigación. Son hermosas y dramáticas las terrazas -sostenidas por muros de piedra lavica- en donde es cultivada.
Para poder gozarse el mar y hacer un baño lo ideal es reservar un tour en lancha en uno de los dos puertos de la isla: lo llevarán a hermosas caletas. Escollos negros, ausencia de playas de arena y un mar de un azul cobalto que ya desde la orilla es profundo, son sus características. Para adentrarse en la isla lo más indicado es alquilar un pequeño carro fuera del aeropuerto o usar los buses que la recorren.
Este rincón de paraíso, es desde hace años refugio de celebridades como Gerard Depardieu, Rupert Everett, Joseph Finnes, Sting, Madonna, Jean Paul Gaultier. Hay quién, como el modisto Giorgio Armani, se ha comprado la casa o dammuso (muros de piedra lavica y techo a cúpula para recoger la poquísima lluvia que cae en un año).
En su viaje no deje de preguntar por los productores Donnafugata, Pellegrino, Abraxas o Murana. Con anticipación podrá reservar una visita a los viñedos y una cata de los vinos. Antes de irse no se olvide de comprar alcaparras y orégano, cultivos omnipresentes: aquí tienen un olor y sabor extraordinario.
Con solo media hora de avión (hay vuelos baratos) desde el aeropuerto de Pantelleria usted puede alcanzar Trapani, al occidente de Sicilia. Aquí lo esperan tres bellas metas vitivinicolas: Marsala, Mozia y Favignana.
Por una tormenta
Marsala. Aquí empezó todo o al menos la historia moderna del vino sículo, pues ya era famosa como puerto y emporio del vino en la época de la Grecia Antigua. Quién empezó a contar el cuento de nuestros días, fue el rico comerciante inglés John Woodhouse. Era el año del Señor 1773 cuando una tormenta perfecta obligó al súbdito de su Majestad a refugiarse con su nave en el puerto de Marsala (para los árabes Marsa Allah, Puerto de dios).
La leyenda dice que para celebrar la buena suerte Woodhouse se hizo dar del vino local, el perpetuum, en una de las ínfimas tabernas del puerto. Este destilado, a base de uva grillo, se demostró un fuerte y solar licor parecido al Porto (en ese entonces licor de moda entre la aristocracia inglesa).
El visionario hombre de negocios intuyó de inmediato las potencialidades del producto. Para superar las dificultades de transporte y conservación usó un simple truco: agregó un poco más de alcohol en cada barril. Lo que bebieron sus compatriotas en Inglaterra, cuando llegaron los 20.000 toneles que compró, fue más o menos el actual marsala.
El vino fortificado siciliano, es desde entonces una celebridad y las imitaciones no faltan, sin embargo solo puede usar la etiqueta D.O.C (Denominación de Origen Controlada) el cultivado y embotellado en la zona.
Una vez que planee su viaje y decida que Italia está en su destino considere la posibilidad de dedicarle buena parte a Sicilia y a sus islas aledañas, recuerde lo que escribió Wolfgang Goethe: "Haber visto Italia sin haber visto Sicilia es como no haber visto Italia en absoluto, porque Sicilia es la clave de todo". Buen viaje.
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