Ojalá que con las llamadas Autopistas de la Prosperidad -que ni serán autopistas ni de la montaña- no ocurra lo que aconteció con el Metro de Medellín: que su construcción duró más tiempo de lo previsto, con los perjuicios económicos que la morosidad causó.
La del Metro de Medellín es ya una vieja historia de indolencias y de errores. La obra se entregó muchos años después de lo anunciado. Y por supuesto los costos se dispararon en tal proporción que la región paga onerosos reajustes muy por encima de los que ordena la ley de metros.
Lo importante para no repetir tan deplorable historia -y ahí sí que es válido aquello de que pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla- es seguirle los pasos al desenvolvimiento de las carreteras proyectadas, como lo planteaba recientemente el editorial de EL COLOMBIANO.
Hay que ejercer en forma severa y rigurosa un control a los plazos para las adjudicaciones de los contratos, a las financiaciones, a las partidas presupuestales para su inversión, con el fin de evitar, no solo el despilfarro y las coimas, sino el cumplimiento de todo lo que se ha pregonado por boca presidencial.
Las fuerzas vivas de Antioquia y del entorno geográfico favorecido con su construcción, tienen que montar guardia sobre la iniciación, la marcha, y la finalización del proyecto.
Fiscalizar, de manera especial, los desembolsos de los 10 billones que aportará la nación, los congresistas de las regiones beneficiadas por las carreteras la Gobernación y la Asamblea de Antioquia, la Alcaldía y el Concejo de Medellín. Los más influyentes medios de comunicación social. La Sociedad de Ingenieros y el Comité Intergremial.
Todos a una deben constituirse en veedores, con los ojos bien abiertos. Declararse en sesión permanente, armonizando sus funciones en su protagonismo de rigurosos inspectores para que no haya disculpas, ni dilaciones como ocurrió, repetimos, con el Metro de Medellín. Iniciativa acogida por el presidente Belisario Betancur , que en mala hora la congeló el presidente Virgilio Barco.
Que la complicidad que hubo en su momento para acallar la agresión por parte de algunos sectores políticos para solidarizarse con el extraño y sectario mandatario, no se repita ahora. No se puede ahogar la reclamación de los derechos y el riguroso cumplimiento de la construcción de unas vías que, así no colmen a plenitud las aspiraciones y requerimientos para agilizar el hoy exigente comercio internacional, traerán beneficios a la ciudadanía en general.
Antioquia y las regiones por donde cruzarán las carreteras tienen el compromiso de montar guardia para que no se frustre el sueño.
Operar en esa labor fiscalizadora, sin lambonerías gobiernistas. Hacerlo con el ánimo y el convencimiento de que contribuyen a la integración nacional. Hacerle frente no solo a las cofradías de disociadores que intentarán malograr y torpedear la hoja de ruta, sino a la aparición de aquellos hombres estorbo que nunca dejan de asomarse al escenario para boicotear lo que no se ciña a sus excentricidades.
No dejar, en fin, con la cruzada cívica, que de súbito la palabra/promesa presidencial deje de ser moneda de buena ley.
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