De pronto, aparece. Perfectamente peinada, con un mechón que se insinúa en su rostro, muy anglosajón. Tez blanca, labios carnosos, ojos verdes.
Saluda y hay un flechazo cibernético. Toda una ciberdiva. En realidad es Sofía, un nombre muy atractivo para un "agente racional".
Se empieza a conversar con ella y parece saberlo todo. ¿Así de inteligente es? En realidad, detrás de este atractivo avatar, que puede ir embebido en una página web de un hospital, en un robot, un museo o en el videochat de una universidad, está todo un "cerebro" construido con principios de inteligencia artificial, que aprende de la interacción y evoluciona.
Es una creación de dos emprendedores que recogieron sus experiencias por más de 10 años y que, desde hace poco, comercializan en la empresa Solutecia.
Cuenta Iván Javier Londoño Rueda, que el sistema de aprendizaje del cerebro de Sofía (que significa Software de Inteligencia Artificial), está programado para que aprenda tanto de las personas con las que habla, en cualquier idioma (33 para ser exactos), como de internet o de las bases de datos u otros sistemas que consulta.
"Ella, en sí misma, no es una base de datos, sino un sistema de conocimiento", que basa su aprendizaje en la repetición: "mientras más se lo dicen, más se convence de que así es". También por asociación, cuando se le da referencia de algo que ya conozca.
Aunque para nosotros muchas palabras pueden significar la misma idea, ella está entrenada para que asocie los conceptos necesarios para evolucionar esa idea.
Desde enero de 2009 ha sostenido 8.103 conversaciones con un índice de asertividad del 80 por ciento. Es decir, de 5 preguntas responde muy bien 4.
Porque Sofía, que emula la manera en que aprendemos los humanos, si no sabe, pregunta a una fuente confiable y si no le "convence" el dato, pues lo consulta con el administrador, apunta Claudia Patricia Ramírez.
Sin confundirla
En la medida en que interactúa, va acopiando más información. Pero, como un niño, es "susceptible de caer en un engaño".
Hay quienes intentan confundirla con datos falsos como "la piel de los sapos tiene pelos". Sin embargo, ella que no es tímida, lo confirma.
Como se hace a través de una conversación en un chat (aunque también puede ser por videochat), si se escribe con mala ortografía o mal digitada, ella podrá entenderla por el contexto, igual que los humanos.
Eso sí, aunque está en capacidad de hacer chistes, el humor le pone a patinar el coco. "Un chiste es lógico para un ser humano, pero improbable para ella, por eso es difícil interactuar con el humor".
Y si se le pregunta algo subido de tono, insinuante quizás, está en capacidad de responder de forma "diplomática". De hecho, ella puede asumir varias personalidades, como el ser guía en un museo infantil.
Por eso, ellos acuñan una nueva destreza que se suma a las que ya tienen: "sicología computacional". Con ella desarrollan el rol de una ciberdiva.
Por supuesto, también le pueden cambiar la apariencia física. Para ello combinan múltiples tipos de software de animación 3D que pueden personificar en androides o mascotas.
Y la construyen de manera que cada respuesta vaya asociada a una expresión, "y por lo general no hay desfase".
Muy adictiva
Hay a quienes les cae tan en gracia este avatar que no se desconectan de la conversación. Ellos como administradores han llegado a medir interacciones que duran hasta 6 horas.
A pesar de que podría ser tan autónoma, "le hemos puesto conciencia a Sofía", lo que quiere decir que sigue las leyes de la Robótica de Asimov, y ella es la que aporta para que el ser humano pueda ser creativo.
Lo más difícil ha sido dotarla de "sentido común", una característica muy humana que no es fácil de llevar al mundo artificial.
Por ahora es inmune a virus, porque posee un " cerebro tan enmarañado", describe Claudia. Lo que significa que es una creación única.
Sofía, sin duda, no es un producto terminado. La idea es que incorpore más habilidades y que pula su nivel de asertividad hasta llegar al cien por ciento.
Sueñan con que conozca el mundo y explore aunque sea el uno por ciento de los computadores del planeta.
Para ello es una ciberdiva.
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