Levante el dedo el que no está tomando o no haya tomado alguna pastilla en su vida. ¿Se dan cuenta?, nadie lo ha levantado, así no se pueda ver desde la barrera del computador. Estamos en el siglo de las pastillas. Pero no es este siglo, del anterior venimos con las "pastas" a la orden del día. Desde el nenito con no sé cuántos meses ha probado ya su dosis de Desenfriolito cuando le comienza a dar una gripa infantil o el estómago se le descompone y comienzan a "sonarlo" con un pañal cada media hora.
Y luego, ya cuando se es un pequeño hombre de diez años comienza a consumir lo mismo que los padres. Dolex para la fiebre, jarabes para la tos. En fin, que hablando de estas cosas recuerdo que en una vieja nota dije que cuando uno iba de visita a alguna casa ya no le ofrecían un aguardiente o un vino, sino un Robitusín... y se lo daban doble si la tos estaba muy fiera. Cosas del tiempo que va modificando la vida y haciendo de nosotros un depósito de químicos que terminan por convertirnos en una bodega de drogas.
¿Fueron hermosos aquellos tiempos del diente de león, las tizanas, el pelo de maíz, la penca sábila? Sí, creo, pero también creo que no curaban todo lo que las abuelas decían, aunque todavía hay yerbas que en algunos momentos nos sacan de apuros. Y tanto nos sacan que, a veces, y sin pensarlo mucho, me anoto a una tizana de antes, en lugar de echarme al cuerpo lo que mandan a todo el mundo en todos los servicios "modernos" de salud: Ibuprofeno y Diclofenaco.
PAUSA . Ya lo había anotado en otra columna. "Tenemos la edad de la persona a la que amamos".
ALIMENTOS . Ahora que no le estamos vendiendo carne al loquito vecino y que los rusos nos castigan porque tenemos aftosa, la carne comienza a bajar de precio. Pero a un ritmo muy lento y no como debiera ser para que el pobre pueblo colombiano -y cuando hablo del pobre pueblo me refiero a 22 millones de compatriotas que siguen la dieta del huarro, es decir, el huevo con arroz, cuando hay para el huevo-, pueda saborear un buen sancocho de punta, o un "sudao" de posta, o un buen trozo de punta de anca.
Aprovechen estos momentos de malos negocios para hacer el buen negocio de la solidaridad y de la caridad, y demos al menos la oportunidad de que algunos compatriotas sepan lo que es un buen almuerzo con su pedacito de carne en la mitad del plato. Atesoren un poco menos, señores dueños de casi todo y calmen un poco esa picazón espiritual que debe sentirse a veces cuando hay una chequera que ya no puede con la carga. No se sigan gastando todo el dinero en lujos, placeres y... consignaciones.
¿Será tan complicado dar algo más de lo que alguna vez se da a los que nada tienen? No olviden que cuando uno no da, le quitan. Para qué esperar esos malos momentos que a tantos guardadores llegan en este mundo. Además, van a sentir un placer nuevo que de seguro no conocen: el placer de dar. Y me perdonan el sermón, pero es que a veces, cuando uno oye las estadísticas se pone a pensar: ¿y es que de verdad vivimos en un país donde la mitad de sus habitantes son pobres? Y qué coincidencia, yo no soy uno de esos 22 millones...
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