Claro que tenemos que seguir con la cantaleta. Usted, yo, las personas afectadas y todos los que amamos esta ciudad. El problema de los rumbeaderos dentro de nuestros barrios residenciales ya es una epidemia; les cogió ventaja este problema, y las autoridades no tienen ni idea qué hacer.
Pero los que hemos sufrido en carne propia los perjuicios de esa música enloquecedora y a niveles irracionales, los borrachos, las alarmas, las basuras... sí conocemos cuáles son nuestros derechos y vamos a exigirle al alcalde, por la vía jurídica, que ponga orden y proteja la familia, la tranquilidad, el derecho al descanso, la intimidad y nuestra salud mental y física.
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