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TORTUOSO CAMINO

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05 de junio de 2012
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Si bien es cierto -como lo sostenía alguien- que Santos le clavó las primeras banderillas a Uribe en su discurso de posesión cuando se salió del libreto uribista para coquetearle a Chávez, las discrepancias se recrudecieron más cuando comenzó a asomarse el apetito de reelección santista.

Ahí empezó Troya. Se avivaron los twiters. Santos, halagado por las encuestas, aspira, ya no tan solapadamente a igualarle los ocho años de gobierno a Uribe. Se anima con los buenos indicadores económicos que le han permitido tocar la campana en Wall Street. Entiesa el cuello, cuando la revista Time lo coloca entre los líderes influyentes del mundo. Y llega al clímax de su presunción con el informe de la revista The Economist que destaca el renacer inversionista foráneo en Colombia como obra suya. Parece no importarle, en ese economicismo pragmático, que los indicadores sociales, aun nos muestren como el segundo país más desigual entre los desiguales de América Latina.

Santos se engolosina con la buena imagen internacional. Y es bueno por supuesto, para bien del país, no dejarla caer. Más aún, sostenerla, no solo sobándole la chaqueta a Chávez, sino fundamentarla a través de estrategias geopolíticas que nos den una eficaz presencia diplomática en este mundo globalizado.

Pero la percepción que hay en el país de que la política de seguridad se deteriora, puede "enguaralarle" la pita reeleccionista. La misma cuerda del trompo que en un acto populista se le enredó para que el juguete girara de cabeza. No sabemos si de súbito esta frustración lúdica es un presagio de malograrse su ambición por igualar el período presidencial de su nuevo mejor contradictor.

La sensación de seguridad nacional no es positiva. Un gobierno -decía Palacio Rudas cuyo centenario de su nacimiento recuerda hoy el país- "pierde legitimidad y credibilidad si no es capaz de garantizar la seguridad". Y agregaba el incorregible cofrade: "sin orden no hay libertad, ni prosperidad ni justicia". Posiblemente verdades de Perogrullo pero que en el país se han desdibujado.

Si Santos quiere reelección debe dedicarse a gobernar bien estos dos años que faltan para completar su primer período. Si políticamente está empeñado en refundar su "glorioso" Partido Liberal, sindicando a unas extremas derechas de todos los males que atentan contra la seguridad pública, tiene que complementar su papel de estadista -así sea a través de la ambigua tercera vía que heredó del señor Tony Blair- enfrentando con decisión los grupos terroristas que vuelven a la escena. Y encarar las escaladas subversivas que tercamente atentan contra la fuerza pública y la sociedad civil.

Santos no puede confundir más a la opinión pública, que espera resultados concretos sobre los atentados criminales, lanzando hipótesis acerca de los autores del vandalismo. Tantas conjeturas no hacen sino oscurecer las investigaciones y en consecuencia protocolizar la impunidad.

Tener prematuramente presidente/candidato, no es bueno, ni para la convivencia política, ni para la misma gestión de gobierno. La reciente historia lo comprueba. La experiencia, decía alguien, es el cúmulo de errores que no se deben ni se pueden repetir. Ojalá Santos escarmiente en cabeza ajena.

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