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Tuchín es un destino donde los vueltiaos son protagonistas

Este municipio en el valle del Sinú, conocido como la cuna del sombrero vueltiao, conserva las ancestrales tradiciones de los indígenas zenú a partir de la caña flecha.

  • Tuchín es un destino donde los vueltiaos son protagonistas | Las trenzas se cosen entre sí en forma de espiral con una máquina de coser de pedal. Los artesanos de Tuchín innovaron y ahora lo cosen en forma circular . FOTO DONALDO ZULUAGA
    Tuchín es un destino donde los vueltiaos son protagonistas | Las trenzas se cosen entre sí en forma de espiral con una máquina de coser de pedal. Los artesanos de Tuchín innovaron y ahora lo cosen en forma circular . FOTO DONALDO ZULUAGA
25 de septiembre de 2012
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Una semana se tarda Alfredo , con la ayuda de su familia, para producir un quinciano, una de las variaciones del sombrero vueltiao y cuyo nombre se deriva del número de “hilos” con el que se trenza.

Este indio zenú, al igual que el resto de la comunidad de la vereda Bellavista, en Tuchín, Córdoba, se resiste a la modernidad y con orgullo mantiene la ancestral tradición de sus antepasados.

Si bien no existe una fecha exacta del origen del sombrero vueltiao, se sabe que tiene su origen en la cultura indígena zenú, asentada en la región del río Sinú en los departamentos de Córdoba y Sucre.

Alfredo , quien también elabora sombreros 19 y 21, explica que el proceso empieza con el corte de la caña flecha, palma endémica de las regiones tropicales de América. “Después del corte cepillamos las hojas y las ponemos al sol para que se sequen”, explica lentamente mientras sigue tejiendo a la sombra de su rancho, bajo el sol del mediodía.

Luego se cocinan para darles consistencia y elasticidad con cogollos de caña agria, naranja agria y limón.

Las fibras, que quedan de color blanco o marfil, se dejan secar un día al sol. “Luego tomamos una parte que metemos en este balde donde se tinturan con una mezcla de barro negro y otros materiales como jagua, hoyeto y cáscaras de plátano”, precisa Alfredo para que se entienda de dónde surge el color negro con el que se combina el sombrero que originalmente se conocía como sombrero de vueltas o sombrero indiano (en alusión a su origen indígena).

Los números
Aunque toda la familia de Alfredo participa en el proceso de confección -“los niños aprenden desde los cinco años de edad”-, la costura la pagan a uno de los vecinos que tiene máquina de coser.

José Gonzále z, líder de la zona, explica cómo se diferencian los sombreros: para hacerlos se entrelazan pares de fibras llamados pies. El número de pares o pies identifica y da nombre a las diferentes trenzas y, por consiguiente, a los sombreros.

“Una trenza de 7 pares se conoce también como lica, si es de 9 se le dice ribete, la de 11 es una pacotilla y la de 15 un quinciano. Ya si es de 19, 21, 23 y 27 se les conoce como sombreros finos, por el mayor número de fibras que conforman las trenzas”, agrega José.

La gran novedad se presentó este año, recordó José Luis Rolón Álvarez , asesor del Concejo de Tuchín, cuando en enero, durante el Festival del Sombrero Vueltiao se presentó un 31, algo nunca antes visto en la región.

El funcionario precisó que si bien el Congreso de Colombia le otorgó al sombrero vueltiao la categoría de Símbolo Cultural de la Nación mediante la Ley 908 del 8 de septiembre de 2004, el municipio de Tuchín trabaja por lograr que se declare como patrimonio inmaterial de la humanidad.

De esta manera, agregó José Luis Rolón , los artesanos, que son los verdaderos productores, podrían contar con mejores beneficios económicos y sociales.

Sin lugar a dudas, son los artesanos de Tuchín los protagonistas de la vida económica de este municipio cordobés, asentado en el valle del Sinú, donde las verdes y fértiles tierras sinuosas -el 48 por ciento de ellas sembradas en maíz-, ricas en fauna y flora, invitan a recorrer sus 32 kilómetros cuadrados.

A Tuchín se puede llegar vía terrestre: está a 127 kilómetros desde Montería, o vía aérea a través del aeropuerto de Tolú, a donde vuela ADA cuatro veces a la semana. Allí la tradición está viva.

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