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UN CONGRESO SIN PUDOR

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22 de abril de 2013
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Nada pasa. Los medios de comunicación muestran la evidencia documental, los columnistas denuncian las relaciones irregulares y, por su parte, la opinión pública sigue atenta e indignada la evolución de los hechos.

Y pese a que todas las personas saben, pese a que hay conciencia de los vicios de forma, pese a que es claro lo que no se puede hacer, el Congreso vuelve a actuar de manera impune en contra de la voluntad popular. Y nada pasa.

Ese fue el caso de la elección del nuevo Magistrado de la Corte Constitucional, Alberto Rojas Ríos.

Una vergüenza.

La Silla Vacía publicó una excelente investigación el día de la elección, demostrando que el nuevo magistrado, entre otras, ha evadido sumas importantes de impuestos; ha aceptado pagos por honorarios de personas con relaciones oscuras; ha hecho lobby en el Congreso a favor de empresas para mantener una regulación que está en contra de los intereses de los usuarios; ha manejado una red de influencias con la polémica e investigada Zulema Jattin para asegurar y negociar su elección y, finalmente, pero no menos importante, ha representando gratis a congresistas que enfrentan posibles pérdidas de investidura para asegurar apoyos de las bancadas.

Y ante una situación tan evidente y unas explicaciones tan pobres de parte del ahora magistrado, los congresistas actuaron como si nada estuviera pasando y con el fin de respetar sus acuerdos y negociaciones, eligieron de manera aplastante a la persona menos idónea para tan importante cargo.

Y nada pasa.

Los medios de comunicación y los columnistas, como María Jimena Duzán en su más reciente texto en la revista Semana, siguen mostrando que Rojas Ríos mintió y desinformó en sus explicaciones y que los interrogantes sobre sus actuaciones son problemas reales y no simplemente conjeturas.

Pero lo preocupante no es Rojas Ríos. Ese es el síntoma, mas no la enfermedad. El cáncer que se está comiendo la médula del país es un Congreso con unos líderes que no se preocupan por los intereses de Colombia, o de los ciudadanos que los escogieron, o de la democracia, sino únicamente por sus réditos personales.

Lo que demostró esta selección de Rojas Ríos es que no es un tema focalizado en unos movimientos, partidos políticos o personas en el interior del Congreso. No. Es una estructura de negociación que se ha normalizado en el interior de la entidad, en donde los legisladores son víctimas y victimarios de este mecanismo de toma de decisión, en el cual las medidas importantes están marcadas por el vicioso elemento de obtener beneficios individuales. Y no pasa nada.

La famosa frase reza que los pueblos tienen los líderes que se merecen. Doloroso. Sobre todo porque, con excepciones, nuestros congresistas han hecho que esas estructuras mafiosas que reinan en el interior de la institución, sigan perjudicando el presente y futuro del país. Una lástima.

La mayoría de los legisladores sobreponen sus intereses a los de los ciudadanos, sin pudor, sin importar que los medios de comunicación no se cansan de apuntar el dedo y evidenciar las fallas. Pero lo más preocupante es que, pese a que cada vez es más grave, en este país no pasa nada y nadie hace nada para cambiar esto. Desalentador.

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