Estoy sentada frente a una mujer alta, bonita y elegante. El tema de conversación bien podría ser los reinados o las pasarelas de moda, dada su figura y su juventud, pero nada qué ver. Nos ocupa un cáncer bastante agresivo que padeció, así en pasado, y de cuya recuperación quiere dar testimonio a borbotones. La fluidez es tal que pierdo el hilo muchas veces. Y eso que me precio de ser muy buena oyendo a los demás.
Yo, que tengo entre mis genes el del realismo escéptico crónico, me quedo boquiabierta frente a su tenacidad. No entraré en detalles médicos, pero la historia parte de un diagnóstico fatal de tres meses de vida, hace más de tres años. Luego de muchos sufrimientos, con trasplante incluido de células madre y muchas sesiones de quimioterapia, escribió en su bitácora de clínica: "mi fuerza interior me dice que saldré de esta más fácilmente de lo que pensé. Empecé mi recuperación con un solo propósito: curarme mental y físicamente, para alcanzar mi prosperidad, bienestar y salud. Y cuando todo termine seré un mejor ser humano, una mujer vital, llena de alegría y lograré todas mis metas". Y así es.
Hace unos años, 20 o 30, tal vez, la palabra cáncer implicaba hacer el testamento y pensar el epitafio de la lápida. Las posibilidades de supervivencia eran casi inexistentes y la posición frente a la enfermedad era de conformismo o de impotencia. Traía consigo una carga tan grande de dolor físico y moral que se anhelaba la muerte como un agente liberador para el doliente y la familia.
Hoy es distinto. Las condiciones han cambiado gracias al avance de la ciencia en detección y en tratamiento. Los libros de autoayuda, si existían, debían ser "una caspa", como ahora, pero se les abona lo que han enseñado de actitud positiva, de la importancia del "para qué" y no tanto del "por qué".
Hay muchas enfermedades incurables que no ofrecen ninguna posibilidad de sobrevivir. Y hay miles de enfermos terminales que se rinden ante ellas. Otros, en cambio, luchan cada día por un segundo más de vida. ¿A qué se aferran? ¿Qué los ata a este mundo? No es precisamente ninguna obligación bancaria. Es la vida misma, tan bella, a pesar de los pesares. Son los lazos del afecto, más que del apego. A punta de fe, esperanza y ciencia, se esfuerzan por una sonrisa, por una caricia, por un suspiro. Por una lágrima o por un te amo, pese a que el futuro lo cuentan en días, horas o minutos.
Son valientes estos luchadores, incluso cuando pierden la pelea. Entonces mueren plácidos, libres, llenos de dignidad, de pie, como los robles, una vieja sentencia firmada por Cajón, filósofo de todos.
Una reflexión como aporte al Día Mundial del Cáncer, celebrado el pasado viernes, "por la memoria de alguien que conozcas que ha sido vencido o que aún vive con él". O que lo venció, añado de mi cuenta. O que lo aprovechó con fines demagógicos, añadiría Chávez, yo no.
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