No, no se trata de un artículo sobre Correa y Chávez, tan trillados hoy por comentaristas para ganar audiencia, aunque bien podría aplicárseles. El tema es la lengua. Ellos cabrían acá porque, al igual que otros políticos americanos y colombianos, pueden comulgar desde el atrio, como dicen las señoras mientras chismosean.
Científicos le encontraron otro uso: la visión. Sí, así no más.
Ese pequeño o gran órgano, según la persona, posee una gran movilidad gracias a sus nueve músculos. Y con la punta o vértice lingual, ¡con razón!, se puede degustar.
Tan vilipendiada por algunos, tan utilizada por otros. Esencial para el lenguaje, apetecida y ejercitada en artes amatorias. Centro de atracción especial, es quizás por eso usada para adornarla con piercings que hasta derivan en otra lengua, como reportó ya la revista especializada General Dentistry le sucedió a una joven que desarrolló un segundo apéndice (qué maravilla, ¿no?)
Muchos días se han sucedido desde que Paul Bach-y-Rita, reconocido neurocientífico, lanzara la hipótesis en 1960 de que los humanos ven con el cerebro, no con los ojos. Le faltó agregar, aunque no se podía predecir entonces, que pueden ver a través de la lengua.
Un artículo en New Scientist , desarrolló de un anuncio en 2001, informa que un dispositivo restauró parcialmente la visión en ciegos y personas con serias deficiencias visuales, gracias al envío de señales visuales desde la superficie lingual al cerebro.
La ceguera, definida como una misión de 20/200 o menos, un campo de vista de menos de 20 grados en diámetro, aflige a decenas de millones de personas.
Se necesitan cerca de dos millones de nervios ópticos para transmitir las señales visuales de la retina a la corteza visual del cerebro. Con el BrainPort, un dispositivo que desarrollan científicos en una compañía en Middleton (Estados Unidos), los datos visuales son recogidos a través de una pequeña cámara de video de 1,5 centímetros de diámetro que descansa en unas gafas que usa el ciego. Obviando los ojos, la información es transmitida a una unidad de mano, un poco más larga que un teléfono celular, que posee controles para el zoom, niveles de intensidad y una unidad de procesamiento que convierte las señales digitales en pulsos eléctricos, que son enviados a la lengua vía una especie de chupeta o bombón con una serie de electrodos de unos nueve centímetros cuadrados que se instala en ese órgano.
No se sabe si de ahí las señales van a la corteza visual o a la corteza somatosensorial donde se interpretan los datos que recoge la lengua, pero tras 15 minutos de uso los ciegos son capaces de comenzar a interpretar la información espacial a través del BrainPort: encuentran con facilidad las salidas por las puertas o los botones de un ascensor, han leído letras y números, y cogido los cubiertos en la mesa.
Ah, esto sin ahondar en que el año pasado se revelaron experimentos para hacer de la lengua un sabio conductor: como no pierde movilidad en parapléjicos, un adminículo magnético fijado en la punta, permite conducir sillas de ruedas, usar el computador y mover otros dispositivos.
Qué dicha la lengua, así sea para comulgar desde el atrio o hablar babosadas. O pasar bien bueno y... recuperar funciones.
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