El auditorio de EL COLOMBIANO estaba colmado de lectores expectantes. El gran invitado era nadie menos que Mario Vargas Llosa. Entró con Belisario Betancur. Aquel lunes 13 de septiembre de 1999, ya pasadas las seis de la tarde, empezaba una sesión extraordinaria del Café Literario del Dominical . Celebrábamos los diez años de la tertulia y los 60 del Suplemento, creado con el nombre afortunado de Generación que recobró hace algún tiempo. Di una breve y expresiva bienvenida. Alberto Velásquez Martínez hizo la presentación formal del escritor.
Vargas Llosa había clausurado un día antes la Feria del Libro de Medellín, tras un homenaje de la clase intelectual y la dirigencia antioqueñas y un seminario con el Ateneo Barbajacob. Tanto en el Café Literario como en los demás espacios en que lo escuchamos, nos habló con su proverbial vehemencia de la ficción y la novela como fuente de inspiración y de la responsabilidad ética del escritor como buscador de sentido en días de conflictivo cambio de milenio.
Pasaron más de dos horas en que Vargas Llosa, sin pausa, respondió preguntas de profesores y novelistas, estudiantes y demás presentes, recordó momentos de su vida (de muchacho trabajó en un periódico, en París escribió una novela por encargo), les aconsejó sentido autocrítico y disciplina a los jóvenes escritores, opinó sobre el refrescamiento del lenguaje público y político por los intelectuales a pesar de sus equivocaciones, y anunció que estaba terminando La fiesta del chivo , sobre la dictadura de Trujillo. En casi toda la edición del Literario del 26 de septiembre del 99 puede leerse la versión íntegra de aquel coloquio memorable.
Once años después de la tertulia con Vargas Llosa en EL COLOMBIANO, reafirmo lo que le dije al saludarlo en el auditorio del periódico: "Usted ha sido un intelectual consecuente con su vocación de fidelidad a las letras y las disciplinas del espíritu en este momento de la historia. Su presencia luminosa ha sido esencial para la cultura contemporánea, no sólo como novelista y narrador de clase sino también como conciencia crítica por medio del ensayo y el artículo de prensa, dos géneros que han sido decisivos para la propagación del pensamiento y la pervivencia de la literatura".
Estaba presentido el Nobel para Vargas Llosa. Sobran consideraciones sobre sus afinidades políticas e ideológicas. Sus posiciones controversiales le han costado descalificaciones sin argumentos de no pocos progres que lo tildan de derechista. Ante todo, este suceso que celebramos desde el amanecer del jueves al escuchar la noticia, entraña el reconocimiento consagratorio y definitivo al escritor que sigue vigente y pensante, al maestro de la prosa impecable, al defensor de la literatura como necesidad vital del ser humano y baluarte de la libertad.
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