Lástima que a punto de celebrar 75 años, la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), en vez de aparecer en medios regionales y nacionales como una universidad de mente abierta, con interesantes desarrollos investigativos para la sociedad o con una planta docente satisfecha porque se le reconoce de distintas formas su trabajo, se destaque por titulares que hablan de "oscuridad" y de censura a la libertad de cátedra.
Lástima que ahora la universidad sea clarividente, sea tan perspicaz y desconfiada como para ver en un "debate sobre los temas actuales de la justicia", la posibilidad de que el discurso de algunos ponentes se incline hacia lo "indebido".
"El encuentro académico no se hará porque podría ser aprovechado por algunos grupos para insertar otras temáticas y no se cumpliría con las expectativas de festejo y aniversario", afirmó a este diario el padre Jorge Iván Ramírez, vicerrector académico de la UPB.
Nada más absurdo. Como quien dice, la universidad "libró" a quienes asistirían a ese congreso en Cartagena de las "malas intenciones" de algunos académicos serios que sencillamente tienen ideologías contrarias a las del magisterio de la Iglesia.
Seguramente la universidad creyó que de repente, en pleno evento en el que se hablaría sobre justicia restaurativa, desplazamiento, jueces, en fin, Robert Alexy, por ejemplo, desviaría su discurso para hacer una apología del aborto.
Nada más equivocado. Puro comportamiento de una institución temerosa que falla al tratar de sesgar los discursos y de forma malpensada cree que las cosas se le pueden salir de control en un debate académico.
De nuevo, la Iglesia desacierta al sospechar, al creer que todo el mundo tiene malas intenciones.
Y digo la Iglesia porque me niego a creer que en una universidad pasen este tipo de cosas.
Una universidad es donde rondan y se discuten libremente todas las ideas, tal como lo dijeron y vivieron "los estudiantes de la mesa redonda" en ese libro que Germán Arciniégas escribió en 1932, pero que todos los estudiantes y profesores de hoy deberían leer para entender su papel en la historia, para manifestar de una vez por todas: "No sabemos callar, sino en raras ocasiones".
La academia es el espacio de la dialéctica y varios claustros académicos del país y del mundo dan ejemplo en ese sentido.
No coartan, más bien ponen los distintos puntos de vista sobre la mesa.
Una universidad católica puede defender su punto de vista y permitirse escuchar los de los demás como un ejemplo de diálogo y tolerancia.
En lugar de aislarse, lo que debería hacer la UPB es debatir sobre temas comunes y coyunturales que más allá de las ideas de cada quien, se luche por objetivos compartidos dentro de un régimen democrático.
Lamento que la universidad de la cual egresé, protagonice ahora semejante escándalo propio de un convento medieval.
Yo sólo espero que la universidad, me importa poco si la Iglesia, se preste para cualquier tipo de discusión, le demuestre al país que en verdad no le teme al debate.
Al fin y al cabo, éste es la apuesta académica que legitima el conocimiento, le da cabida a la razón y, desde luego, despeja esas ideas oscuras que son las que no nos permiten avanzar.
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