Son unas 1.900 las hectáreas sembradas con caña en el municipio de Vegachí. Por eso, por donde se mire, estos cultivos sobresalen en las montañas como cabellos despeinados y se siente un olor dulce que se confunde con el viento, a veces caliente, del medio día.
De los 40 trapiches que había en el inventario, 35 están activos en esa localidad y son alrededor de 1.200 campesinos los que viven de este producto. Por eso, la Alcaldía quiere inyectarle a esta industria una dosis de dinamismo e innovación.
Entre manos tienen el proyecto de reconstrucción de la agroindustria panelera, que beneficiará directamente a 350 familias, para dotar este sector con todas las especificaciones técnicas, como cuenta Alexánder Cardona Vargas, coordinador de la Unidad Ambiental y de Desarrollo Agropecuario.
El proyecto, por 6 mil millones de pesos, lo presentaron al Ministerio de Agricultura y están a la espera de una respuesta para comenzar con la estrategia.
El año pasado, desde la Gobernación se habló, agregó Cardona, de apostarle a una planta de alcoholes carburantes, pero ellos piensan en algo más integral, que incluye panela en diferentes presentaciones, miel y el mismo biocombustible.
A Gustavo Valencia, que lleva 45 años en el negocio, le parece que la propuesta "es buena y de pronto salimos adelante". Tiene 30 hectáreas sembradas en la vereda La Sonadora, pero incluso comenzó a mezclarle ganado a las tierras para sostenerse.
Es una necesidad
El afán de la administración local, manifiesta Alexánder Cardona, es buscar una alternativa para esta población, pues si no "habrá un problema social grande. Incluso, desde ahora tenemos compromisos de venta".
El Ingenio Vegachí se cerró en 2008 y unas 600 familias se vieron afectadas, lo que hizo entrar a este municipio en una crisis. Y eso es lo que buscan precisamente, dice el coordinador de la Unidad Ambiental, dejar atrás los momentos difíciles.
El productor Gustavo Valencia recuerda que antes producían 300 bolsas semanales de panela, hoy la cifra es tan solo de 50.
Entre cortadores, molineros y arrieros, el trapiche Caña Dulce trabaja con unas 30 personas a la semana. Uno de los administradores, Édgar Vargas, narra que, incluso él tenía una finca panelera en San Roque, pero tuvo que venderla. "La crisis es horrible, si nos apoyan más podremos abrir mercados".
Como lo que quieren es que el producto mejore, el proyecto de agroindustria panelera le parece positivo y necesario a Jorge Eliécer Quintana. Lo que le inquieta es que de verdad reciban el apoyo del Gobierno central.
Tiene 70 hectáreas y aunque piensa que las cosas, poco a poco pueden ir mejorando, han pasado por momentos "duros. Esto es una tradición y es difícil terminar con algo ya constituido".
Desde temprano, los caminos veredales se llenan de mulas cargadas con caña. Alexánder Cardona insiste en que según la ley vigente, tienen menos de dos años para adecuar los entables paneleros. Los sueños van mucho más allá, a exportar y a que este negocio se vuelva tan dulce como su producto.
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