Las elecciones legislativas de este domingo en Venezuela son de gran trascendencia ya que van más allá de la simple conformación de su Asamblea Nacional. Lo que está en juego, en el fondo, es el futuro mismo del chavismo y la perpetuidad de su máximo representante, Hugo Chávez Frías, o de una alternativa de poder. En otras palabras, la existencia misma de la democracia en el país vecino.
Razones más que suficientes para que la comunidad internacional esté vigilante no sólo de la jornada, sino de los resultados que se den después, además porque estas votaciones son las primeras que se realizan bajo la vigencia de la Ley Orgánica de Procesos Electorales, aprobada por el Órgano Legislativo en 2009 que, como bien se sabe, está conformado por una mayoría absoluta del partido de gobierno.
El Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV, busca afanosamente continuar con el control de la Asamblea, pues allí puede definirse su futuro de perpetuidad en el poder. Por eso no dudó en utilizar todas las "formas de lucha" para tratar de salir victorioso en estos comicios, con métodos que van desde la intimidación militar hasta el cierre de medios de comunicación y expropiaciones ilegales de bienes a particulares.
Con todos los indicadores sociales en descenso, una popularidad que ya bajó del 40 por ciento, y una base popular cada vez menos satisfecha de sus ejecutorias, Chávez entiende que su proyecto político está siendo socavado por su propia soberbia, y ahora recurre, con angustia, a la única base que le queda: los militares. No para que acudan a las urnas, sino para intimidar a quienes lo quieren hacer para buscar un cambio.
La campaña de presión e intimidación orquestada desde los cuarteles podría resultar para el chavismo tan costosa como peligrosa. La estrategia de sacar a los empleados "civiles" de los puestos clave del Gobierno para dárselos a los militares ya agrietó el consenso dentro del partido socialista, pues en Venezuela ha sido tradición, poco afortunada, crear elites que después deciden tumbar o derrocar al presidente de turno.
La oposición, que sabe del mal momento del chavismo, y ha tenido la valentía de denunciar la estrategia del Comandante, tiene en sus manos la posibilidad de evitar que la Asamblea Nacional siga siendo el instrumento de manipulación y dominio del Presidente Chávez. De paso, convertirse en un contrapeso político que cierre los caminos de una dictadura en su propio país y la expansión del Socialismo del Siglo XXI en la región.
Sin un líder fuerte y con la fatal experiencia del pasado de no querer participar con fuerza en los comicios legislativos, la oposición encontró en la suma de ideas un movimiento, "Unidad", integrado por 16 partidos, la forma de parar el aparato político chavista y, con él, la maquinaria de intimidación y corrupción de su máximo jefe.
Para lograrlo, "Unidad" le apuesta a la cifra clave de 55 escaños, de 165 que tiene la Asamblea, para impedir la mayoría absoluta del PSUV y que se cumpla la displicente amenaza de Chávez: "Este domingo les vamos a dar una paliza".
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