La esposa de Enrique Peñalosa, Liliana Sánchez, afirma que si miraran su vida privada a través de un lente verían a su familia. Esa es su prioridad.
Cuando se llega al hogar de Liliana Sánchez la puerta está abierta, y antes de que ella salga, ya se siente su presencia en la música que inunda la casa, en el olor del incienso prendido y enterrado en una de sus matas de orquídeas, en el alegre colorido de una sala con decoración ecléctica que muestra su sensibilidad en esta materia. Ella aparece impecable, informal, con la cercanía que dan sus ojos y el acento de su voz, que tiene influencia venezolana. La vida le ha ensañado al tiempo su lado maravilloso y frágil. Es por eso que esta administradora que se enamoró de su profesor tiene clara su misión en la vida desde el rol de esposa y madre.
¿Quién es Liliana Sánchez?
“Liliana Sánchez Camejo es ama de casa. Básicamente mi misión de vida fue o es la familia. Mi hogar, mis hijos y mi marido. En eso me he enfocado. Nací en Bogotá y me críe en Venezuela. Soy de madre venezolana y padre colombiano y viví en Caracas hasta los 18 años y allá comencé a estudiar. Tengo tres hermanos. También viví en Brasil, en un lapso de los 11 a los 14 años. Y luego en Venezuela ahí comencé la universidad. Comencé a estudiar administración de empresas en La Metropolitana y en ese momento mi papá se jubiló de la empresa que era una multinacional y retornó a su tierra y aquí entré estudiar administración en el Externado de Colombia y ahí fue donde conocí a Enrique. Tenía entonces 17 años. Enrique era profesor mío de Economía. Estuvimos de novios 6 meses y nos casamos. Él tenía 26 y yo 18 años. Cuando iba a terminar la universidad, encargué a mi primera hija. Entonces ya habían pasado 4 años de matrimonio. Nació Renata y luego volví a la universidad a terminar el séptimo año. Trabajé en Planeación Nacional en la época de Juan Luis Londoño y estando en eso, me dio una parálisis”.
¿Y qué produjo esa parálisis?
“Me dio un herpes zóster en el oído y ahí se me fue otro año de terapia y una nueva suspensión de la universidad porque no alcancé a hacer la práctica y luego quedé embarazada, pero lo perdí. A partir de ahí comencé a trabajar en decoración en diseño de interiores. Y trabajé un par de años decorando y quedo otra vez en embarazo, pero pierdo al segundo bebé. En un nuevo intento, encargamos a Martín y nace Martín en el 96. Y obviamente después de 10 años, dos pérdidas, una parálisis, me parecía que Martín era un milagro. Me dediqué de lleno a la casa y me gusta -como dicen un poquito mamá gallina-. Ya después Enrique arranca la campaña y sale elegido. Mi papel en la alcaldía no era del día a día porque estaba con Martín, que tenía dos años y medio en esa época. Con Gilma Jiménez comenzamos a visitar los jardines -ella era de Bienestar Social- . Yo le decía a Enrique: No hay derecho, por lo menos la infraestructura física tiene que ser algo que garantice un desarrollo emocional y sicomotriz de los niños. Ahí con Gilma Jiménez, que nos hace falta, y de la mano de Unicef y después la clínica del Country que nos ayudó en toda la parte técnica, se hicieron las reformas y todo lo nuevo que se hizo. Nos metimos en los Centros Únicos de Recepción de Niños de abandono y mal trato. Hicimos una transformación con sicólogo, que hacía terapia a través de la música y de las marionetas. Bueno tan grande fue la transformación de los jardines sociales y de este centro, que Corona nos diseñó toda la línea de baños para niños. Ese fue parte de mi papel en la alcaldía porque la verdad ni Enrique ni yo somos de ir a fiestas o cocteles. En la alcaldía le decía: llámeme cuando sea algo puntual. Después de terminar la alcaldía nos fuimos a Nueva York. Enrique se fue de profesor. Nos tocó el 11 de septiembre y comienza todo el cuento de los musulmanes y como no sabía nada de religión, me metí a estudiar Historia de las Religiones”.
¿Qué pasó después?
“Allá vivimos tres años y medio. Volvemos, pero Renata se queda en una universidad de Boston. Y retomo mis estudios en la universidad porque este pechito se tenía que graduar antes que la hija. Y tuve la gran suerte de hacer un curso como parte de una amnistía, el semestre más rico que he hecho porque éramos los viejos amigos de antes, que nos habíamos quedado sin hacer la práctica, entonces la hicimos en un semestre y chuleado, hoy ya estoy graduada en administración”.
¿Antes que la hija?
“Antes que la hija. Lo logré. Y de ahí, bueno Enrique desde que estuvimos en Nueva York el comienza hacer su trabajo de asesorías internacionales y yo viajaba. No he trabajado tampoco porque tengo que salir corriendo a una obra o a organizar a alguien que quiere decorar, pero no lo hago formalmente porque si Enrique me dice, camine vamos para Pakistán, entonces desde ya tengo la maleta lista y me voy. Y por otro lado también el trabajo de Enrique en la política, cuando no es viajando, estamos haciendo política y organizándole comidas, toda esa mecánica que tiene la vida pública y que tiene que estar uno ahí presente. En estos domingos que estábamos almorzando todos, me dicen: y usted no está en campaña con Enrique y digo, cómo dejo a Martín solo. La verdad admiro mucho las mujeres que logran ese equilibrio entre la vida profesional y la vida de casa porque sea el estrato que sea, las mamás tenemos las mismas preocupaciones: que el hijo estudie, que sea un buen ciudadano, inculcarles valores, con qué amigos andan y la verdad estoy acompañando a este hijo, que tiene 17 años y no lo puedo dejar el fin de semana solo. Así que mi vida privada es como cuando la vez por entre un lente, el lente de la familia. Y yo digo: bueno tal vez cuando Martín se gradúe, tal vez se vaya a estudiar por fuera. Y tenga un tiempito, ahí sí- esa es la ventaja también de casarse tan joven- que digo bueno voy a tener un espacio para desarrollar a Liliana Sánchez Camejo y dedicarme de lleno a lo que realmente me gusta”.
¿Cuál es su mayor defecto y tu mayor virtud?
“¿Defecto? Muy crítica, tal vez muy crítica. Como dicen mis hijos, por qué no ves lo bueno. Soy ordenada, me gustan las cosas bien hechas, me gustan que las cosas se hagan ya”.
¿Y la virtud?
“Yo creo que yo soy muy leal. La lealtad”.
¿Qué la enoja, qué te saca de casillas?
“Uno con el tiempo va viendo realmente qué es lo que es importante y qué no. ¿Qué me saca de casillas? Bueno, tengo el genio parejo como diría Enrique (sonríe)… como la dejadez”.
¿Qué la hace reír?
“Ah muchas cosas. Mis hijos me hacen reír porque los dos tienen muy buen sentido del humor y Enrique me hace reír, yo creo que ese ha sido el éxito de tantos años. Hay muchas cosas que me hacen reír: los niños chiquitos y muchas cosas en Colombia. Este es un país en el que la gente tiene humor, sin dejar de ver una cantidad de problemas. Pero con todo y eso, siempre hay algo que a uno lo haga reír”.
¿Y Enrique cómo la hace reír?
“A veces con eso de la política yo le digo: ay Enrique pero para qué se lanza. Y él me dice: pero mira no te aburres, así tienes cosas, puedes mostrar tus vajillas -porque a mí me encanta cocinar y me encanta todo el tema de la mesa-, entonces vajilla pal ajiaco, vajilla y toda esa cosa. Enrique tiene buen humor”.
¿Y qué la entristece?
“Uff, muchas cosas. Lloro con facilidad. Hasta con películas, en estos días veía Toy Story 3, y cuando el niño se despide de la mamá yo lloraba. No, pero hay muchas cosas, el sufrimiento de los niños me mata. De las peores experiencias que he tenido durante la alcaldía, tener que visitar los niños y uno no se termina de creer las historias de abandono, de maltrato, la prostitución infantil. Como mamá digo, tener que acostar uno a sus hijos con hambre o no tener para el remedio, eso no. Y hay mucha desigualdad, mucha falta de oportunidad”.
¿Cuáles son tus creencias espirituales? ¿Eres creyente, no eres creyente?
“Soy creyente. Me críe como yo creo que el 99.9% de los colombianos en una familia católica en donde a uno lo bautizan, lo confirman, nos casamos por la iglesia, colegio de monjas. Echada del colegio de monjas”.
¿Por qué la echaron?
“Por indisciplina. Estuve en colegio de monjas en Brasil. Pero retomando la pregunta anterior, no soy practicante. Tuve la oportunidad cuando entré a estudiar la historia de las religiones de ver que todas las religiones, en su base, son lo mismo y si los seres humanos practicaran al menos el 10% de lo básico de todas las religiones, no habría problema en el mundo. La verdad es que sí creo que hay un Dios, pero no creo que sea ese Dios castigador. Pienso que todos los seres vivos somos parte de un todo. Y como parte de un todo nos tenemos que ayudar, respetar, porque la intolerancia, a veces la gente se aferra de sus creencias religiosas para hacer completamente intolerantes y juzgadores e inquisidores y yo creo que uno tiene que ser una persona amplia y bondadosa y suena fácil. Soy creyente, rezo, pero rezo a un todo y por un todo”.
¿Y cuál es su filosofía de vida?
“Mi filosofía de vida es respetar todo lo viviente. No hacer daño”.
¿Y a nivel político tienes algunas ideas concretas distintas a él, parecidas a él?
“Me da risa porque a Enrique lo han tildado de todo. Ahorita lo están tildando de comunista. Creo que el primer libro que escribió Enrique, tal vez en el 88, era un libro que se llama Capitalismo, la mejor opción. A mis hijos les digo el comunismo y eso suena como tiranosaurio rex, o sea ya está claro que el comunismo no funcionó, o sea más claro imposible. Yo de 53 años, a mí me tocó la guerra fría, los rezagos del comunismo en pleno y Enrique pues ni se diga. En la práctica se vio que eso no funcionaba. Las derechas tampoco funcionan, entonces obviamente tiene que ser una ideología social-demócrata donde todos puedan desarrollar sus capacidades en lo que quieran. No le pueden decir que usted tiene que hacer esto, no. Cada quien hace lo que quiere siempre y cuando no sea en detrimento de otras personas. Que dejen desarrollar pero también que aporten a la sociedad. Hay unos que tienen -volvemos al cuento de las desigualdades- unos tienen mayor oportunidad, sobre todo en estos países porque si uno ve países como Dinamarca, Suecia, Islandia, todo el mundo tiene educación, servicio médico y fuera de eso la arquitectura de estos países es amable. Los grandes arquitectos del mundo dicen que el urbanismo sí afecta la calidad de vida de las personas y si tú tienes mejor calidad de vida, pues tienes más felicidad. Ya hay mediciones de esa felicidad en los países. Y aquí vivimos la infelicidad. A mí me gusta en Estados Unidos porque uno sabe qué es lo que piensan los partidos políticos. Aquí en Colombia, los obligan a hacer estas alianzas y a uno siempre le decían las peras con peras y las manzanas con las manzanas… y ya esto es una mezcolanza que uno no tiene ni idea, o cuál es la diferencia del Partido Conservador, Partido Liberal, Partido Verde. No soy de partido. Voto por la persona que me parece que es capaz. De hecho en estas elecciones que pasaron voté para el Senado por una lista conservadora porque tenía allí a una persona que me gusta lo que propone, cómo piensa, pero si me dices que me defina políticamente, no”.
Todos en la vida necesitamos oxígeno, ¿cuáles son sus aficiones, de dónde le llega ese oxígeno?
“Me llega el oxígeno jardineando. Ahora como vivimos en apartamento, no es mucho pero ahí tengo mis orquídeas y todos los días veo dónde están saliendo. Por ahí tengo mi viverito en la cocina. Me gustan las matas. Me gusta leer, la música, me gusta estar sola. Mi hija dice: mamá van a terminar pasándote la comida por debajo de la puerta como a los leones. Me gusta mucho la lectura, me puedo sentar a ver revistas de decoración y poner música, me encanta ir al mar”.
Ahora su hobby es la jardinería, su oxígeno, pero ¿tiene algún sueño pendiente?
“Sí me gustaría trabajar en el diseño de interiores, hacer un curso o algo y dedicarme a eso”.
Y ¿qué le gusta en decoración, qué estilo le gusta?
“A mí me gusta lo ecléctico pero puedo llegar a casas que son absolutamente de estilo “rococudo” y puede haber algo que me guste, aunque no lo tendría para mí, pero lo aprecio”.
¿Tiene algún objeto como fetiche, como amuleto como de esos que uno se muda y siempre carga con uno?
“Hace dos años le ofrecieron un trabajo a Enrique, en la China. Y apenas se lo ofrecieron yo ya había mostrado el apartamento y un señor llegó y dijo: usted me lo puede alquilar tal cual. Y Enrique me decía: vas a dejar todo. Yo dejo todo. Después vuelvo y consigo. No soy apegada. Además no tengo nada, ni del abuelo, ni de la tatarabuela, ni nada. Todo lo tengo porque lo hemos conseguido, igual vuelvo y lo consigo, no soy apegada a nada”.
¿Y una foto especial?
“Tenemos muchas, muchas fotos. Enrique es fotógrafo. Tenemos muchos álbumes. Pero si le muestro la especial, entonces mi hija se siente porque no está ella. Entonces no puedo porque me genera un problema”.
Ya que le gusta la lectura, si le toca llevar solo cinco libros a alguna de esas mudanzas, ¿cuáles se llevaría?
“Voy a volver a releer, lo acabo de sacar ayer, el de Gabriel García Márquez, el del General en su laberinto, es espectacular. Soy mucho más fan de ese, que del de Cien años de soledad. Hay otro que me encanta que se llama La soledad de los números primos, y otro que me encantó es La elegancia del erizo, La joven del affaire y Los cuatro acuerdos”.
¿Cuál es el mejor gesto de Enrique, que digas esta es la expresión más linda que tiene?
“¡Es increíble que me preguntes eso!”.
¿Por qué?
“De verdad porque antes de ayer me mostraron la nueva publicidad que va a salir a partir de esta semana (ya salió), y es la primera vez que le han cogido ese gesto, es una cosa que él tiene cuando está pensando, como que parpadea el ojo, la publicidad arranca con ese gesto”.
¿Y ese gesto es como cuando encuentra algo...?
“Sí, está pensando. Por eso a Enrique no le va bien hablando porque él tiene tantas cosas y le digo: Enrique estás hablado, pero como ya estás pensando en la otra, nos has terminado esta y ya arrancas la otra, no. Entonces la gente queda como, a ver éste en que va”.
¿Quisiera saber cuál es la rutina familiar que más valora?
“La comida. Es que tenemos un problema aquí de horarios porque Enrique es muy madrugador. Y yo noctámbula. Como leo me gusta hacerlo cuando ya no suena el teléfono. Me acuesto a la una de la mañana y Enrique a las 10:30. Y él se levanta a las cinco de la mañana y hace deporte. Antes trotaba, ahora monta bicicleta. Entonces para mí la comida es sagrada y siempre comemos en el comedor y se pone la mesa. Comemos tarde eso sí, 8:30 p.m”.
¿Cuál es la anécdota que más risa le da, que dice es que si fue chistoso?
“No, penoso. Bueno es que las que dan mucha risa no se pueden contar porque lo dejo mal parado, pero en ninguna queda bien parado. A él, pero no a mí. Lo voy a proteger”.
¿Y una familiar que se acuerden en la mesa del comedor y vuelvan y se mueran de la risa?
“No hay muchas. Estábamos viajando por Turquía. Llegamos a Estambul, alquilamos un carro, entonces nos fuimos bajando hasta el sur, los cuatro, íbamos leyendo con la guía, entonces aquí pasó esto y aquí pasó lo otro, imagínese toda la historia que puede pasar por Turquía, toda la humanidad. Y en una de esas ya estábamos como en silencio no sé qué y entonces después llega y dice Renata, entonces lo lee en inglés: aquí Marc Anthony tenía una casa y llego yo y le digo: y ese salsero cómo se vino aquí a vivir. Marco Antonio, mamá, Marco Antonio”.
¿Después de conocerlo, en qué momento dijo este hombre me gusta y con él me voy a casar?
“Estaba recién llegada de Venezuela y él estaba recién llegado de París cuando comenzó a dar clases y si hay algo que caracteriza a Enrique es que él es apasionado cuando cuenta sus cosas y es apasionado en todo lo que hace, en lo que se mete es… Y no le puedo decir si fue en la segunda clase o en la tercera, que yo dije: este tipo me fascina. Me espere a que terminara el semestre y lo llamé a preguntarle mi nota -entre otras mis primas colombianas me decían: no Liliana eso aquí no se usa, uno no llama-. No me importa, les dije, porque si él piensa otra cosa es que no vale la pena y si no lo piensa, vale la pena. Entonces lo llamé y comenzamos a salir. Dicen que el destino ya está escrito y que lo que es de uno es de uno. A veces pienso que sí. No sé, él recién llegado, yo recién llegada, fue una atracción mutua. En una ocasión viajé a Huila y él llegó en un Renault cuatro rojo que, entre otras cosas, uno se montaba y se le veía el piso porque le había abierto un hueco, era como el de los Picapiedras. Apenas vi el carro dije: este ya cayó. Y ahí nos cuadramos eso fue en Semana Santa y nos casamos en agosto”.
¿Cuál es la mayor virtud de Enrique y cuál el mayor defecto?
“La mayor virtud de Enrique… bueno son varias cosas o como pareja o como papá, él es un papá súper presente y súper amoroso con sus hijos. Es leal, es generoso, siempre dispuesto en ayudar, en colaborar, disciplinado a morir. Es de una disciplina y de un amor hacia el trabajo. ¿Defecto? terco. Es terco”.
Él ha tenido unos cargos muy importantes, muy demandantes en tiempo, ¿cómo mantienen la magia?
“Son 33 años y obviamente hemos tenido dificultades, no voy a decir que todo ha sido color de rosa, no. El trabajo, el matrimonio es una decisión de vida y hemos tenido momentos difíciles, pero los hemos trabajado. Y así como nos casamos en una traga hasta rara, eso va cambiando. Esa traga se va transformando y va teniendo uno los problemas, los roces y las dificultades que se van presentando, bueno por mil razones. Pero tal vez la magia es respeto y la admiración. Creo que uno tiene que admirar y respetar lo que hace la otra persona. En estos días mis hijos me decían: pero mamá tu no hubieras querido desarrollarte, trabajar, hacer tu diseño de interiores y entonces les digo: en ese momento mi decisión de vida fue formar familia y mi personalidad no me da para estar acá o allá. Yo siento que Enrique me admira y que valora lo que hago y obviamente siento lo mismo hacia él, entonces creo que esa es la magia, respeto”.
Habló de unos momentos muy duros de dos pérdidas de bebés, una parálisis, ¿qué lecciones aprendió?
“Me quiere volver hacer llorar. Lo de las pérdidas de los bebés… Cuando lo hablo con la doctora Elsa Lucía y ella plantea que a lo mejor no era el momento para que nacieran esos bebés, ese es mi consuelo. Y así como es de maravillosa la vida es de insignificante y de frágil, sobre todo frágil, o sea las cosas te cambian así en un segundo. Hoy puedo estar feliz, mañana no sé. Entonces lo que es la vida y la muerte, lo que importa y lo que es la misión de vida. A veces le digo a la doctora: no me hable de la misión de la vida porque me deja cabezona el resto del mes. La vida es frágil, toca vivir el día a día y vivirlo lo mejor que se pueda. ¿Cuál es el sentido? ¿Cómo vivir feliz? Pero desgraciadamente no es lo que uno ve en la mayoría de las personas”.
En el caso de que él ganara uno de los retos grandes como familia es proteger a los hijos de ese ambiente, ¿qué han hablado sobre el tema?
“Sí lo hemos hablado. Cuando Enrique estuvo en la Alcaldía fue muy difícil, con el tema de los bolardos, de una revocatoria, nadie entendía que era lo que estaban haciendo y lo criticaban por todo, por los adornos de navidad...yo decía qué locura es eso. Mandamos a Renata por fuera un año, ella tenía 12 años y para mí fue durísimo. Lo hicimos para protegerla porque en el colegio le decían de todo. Afortunadamente, ya son personas mayores. Ella está ayudando a Enrique y se tomó una licencia en el trabajo. Con Martín, está en esa edad en que quiere ser independiente, en que no quiere que lo controlen...y obviamente se quiere graduar con sus amigos también. Aquí a nadie le gusta andar ni con chofer, ni con nada. Entonces esa parte de la seguridad es en la que uno estaría pendiente. Tal vez si Martín se decidiera a estudiar por fuera sería un gran alivio sobre todo para que él lleve una vida normal como cualquier muchacho”.
¿Cuáles son esas tareas pendientes, o esos retos del futuro presidente?
“Son muchos los retos y si uno los va a resumir. La paz se volvió el tema de la campaña y obviamente todo el mundo quiere la paz. Es como si a mí me preguntan: ole, ¿usted quiere ser bonita y rica? Claro, quiero ser bonita y rica. La pregunta es qué estamos dispuestos a ceder en nombre de la paz. Entonces cuando en las mesas de negociaciones en La Habana y cogen a estos dos policías y los torturan y los matan de la manera en que los matan, ¿hasta dónde les vamos a creer? ¿hasta dónde se va a ceder? ¿va haber un tiempo límite? ¿vamos a perdonar todo? ¿qué se a conceder? Cuando hay una negociación -la palabra lo dice- toca negociar, pero hasta qué punto. Pero además de conseguir la paz, hay unos problemas muy reales, tangibles, puntuales. Entonces hay que trabajarle a lo de paz y resolver todo lo demás. No puede ser que todos los huevos se metan en una sola canasta: está la educación, la salud, el narcotráfico, la inseguridad, y no solo es cuestión de plata. Colombia es un país muy complejo y yo le digo a Enrique, el compromiso es muy grande y un reto muy grande”.
De las propuestas de Enrique, ¿cuáles son las tres que más le gustan?
“Le voy a decir las tres que yo quiero que haga. Una, quiero que la jornada educativa sea más larga. ¿Por qué? Y ahí vuelvo y me reflejo porque todas las mamás, sin importar el estrato, tenemos las mismas preocupaciones. Resulta que trabaja hasta las 4 de la tarde, pero su hijo salió a las 12. Y entonces todo el día están pendientes de quién se encargue de ellos. Con Isabel, la vicepresidenta, hablábamos de los baby center que hay en Estados Unidos, que pueden ser la solución. Porque me dicen que no hay presupuesto para alargar la jornada, pero lo que si podemos hacer son Centros Comunitarios donde estos niños puedan ir a pasar la tarde y tengan actividades extracurriculares, música, pintura, lectura, deportes, no. Se contratan más profesores y pueden estar las mamás tranquilas trabajando y se alarga esa jornada y están haciendo algo creativo. También centros deportivos pequeños para lo mismo, para apoyar toda esta parte educativa. Lo otro que a mí me gustó mucho es la propuesta de una senadora liberal para que las empresas grandes tengan guarderías: si no tenemos niños bien atendidos, sanos y felices, que es como las semillas, la mata al final estará mal. También me gustó cuando Enrique hizo Metrovivienda, casas de interés social, pero bien hechas, pensando en la comunidad. Y también tenemos que fomentar trabajo comunitario en todos los estratos, porque muchas veces la gente quiere ayudar y no sabe cómo. No saben canalizar más allá de dar plata. Podemos comenzar a educarnos en ese aspecto”.
¿Hay alguna propuesta de él que no le guste?
“No, porque en las que no he estado de acuerdo lo convenzo de que no. Entonces ya estamos de acuerdo en todo”.
¿Y cómo lo convence?
“Cuando Enrique estuvo en la Alcaldía transformó a Bogotá. Todavía la gente no alcanza a entender, ve las obras, pero no alcanza a ver el hilo conductor. El trabajo de él se basa en la igualdad. Y dice que la única manera de que las personas estén iguales, es en el espacio público y ese espacio público tiene que ser representativo de los valores de una sociedad y por eso la biblioteca, la ciclorruta. En la ciclorruta se mueven por igual el que tiene la posibilidad de comprarse un BM y el que no la tiene. La sociedad converge de igual a igual. Y le digo a Enrique en la parte comunicativa, tienes que comunicar más, que la gente se sienta en un mismo equipo, mejor dicho no es capricho. Es toda una lectura de igualdad. Tal vez ahí es donde yo discuto con Enrique, en que tiene que ser más comunicativo”.
¿Qué piensa de las propuestas de los otros candidatos?
“Pienso que todos son buenos candidatos. Tenemos la posibilidad de escoger entre diferentes personas y lo que pasa es que cada uno tiene una visión diferente y una manera distinta de actuar. Enrique es un tecnócrata. A Enrique le gusta mostrar resultados. Enrique cumplió con todo lo que dijo en su plan de Gobierno en Bogotá. Es un trabajador por resultados. Cero carreta y por eso ha perdido las elecciones porque él dice: no voy a decir algo por hacerme el simpático. Voy a decir lo que puedo hacer y no me voy a comprometer en algo que responsablemente no pueda hacer. Salir y prometer, pues de eso ya hemos tenido bastantes ejemplos”.
Sin preguntarle si está de acuerdo con Uribe o con Santos, ¿qué piensa del tono del debate entre ellos?
“Siempre he dicho que en Colombia se comete un error en política y es que la gente personaliza y llegan ataques personales. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con una decisión, con una ley, con una acción tomada. Y uno debe expresarse de acuerdo a esa acción. Esos ataques personales no me gustan, porque no van con mi manera de ser y tampoco creo que los líderes de un país deban dar ese ejemplo”.
Y ha usado alguna vez esa situación para hablarle a Enrique...
“La verdad aprovecho para reiterar el mensaje que se manda en esta casa: no hablar mal de las personas. Claro, Enrique a veces se puede desesperar, puede enfurecerse con que hablan algo, pero vuelvo a lo mismo. Usted puede estar en desacuerdo, pero salga a insultar a esa persona”.
Si él gana las elecciones, Liliana Sánchez se vuelve primera dama, ¿cuál será el rol que cumplirá?
“Primero que todo mi rol es mi hogar. Mi principio, mi fin es mi hogar. Esa es mi columna vertebral y tengo claras mis prioridades. Si uno llegara, son cosas pasajeras, es porque tal vez ahí Dios le da a uno la oportunidad de devolverle a la vida, lo que uno ha recibido. Es una gran responsabilidad. Pero además pienso, tal vez porque estudié administración, que uno debe seguir lo bueno que se esté haciendo. Ahorita la Primera Dama acaba de lanzar un programa, de Cero a siempre, si pasaron cuatro años haciendo ese estudio y hasta ahora lo lanzan, y es una cosa que está bien fundamentada, pues hagámosle. Está el programa de Batuta de Ana Milena que está bien, pues hagámosla. O sea las cosas no hay que personalizarlas. No me voy a inventar algo para que digan que Liliana hizo esto o aquello, no somos nada. En 20 años nadie se va a acordar de nada. Lo que necesitamos es que esos programas lleguen a las personas que los necesiten y concentrar esfuerzos”.
Si Enrique gana, ¿qué sería lo primero que le diría?
“Felicitaciones, bravo chino. Sería muy merecido, la verdad”.
¿Y si pierde?
“La vida sigue. Y Enrique tiene una capacidad de reinventarse, como ocurrió en la pasada campaña, Él tiene una agenda internacional y la paró y dice: bueno si gano, no voy a confirmar esto y si no pues lo confirmo y ya lo tengo. A Enrique le apasiona su país y tiene muchos sueños que quisiera ver hechos realidad, pero también tiene su vida paralela internacionalmente, entonces pues la vida continúa. Le toca gozársela”.
¿Estaría dispuesta a la reelección?
“No. no. Es que yo le dije a Enrique si el universo te da licencia y eres el próximo presidente, lo primero que tienes que quitar es la reelección. Colombia no está hecha para una reelección. No tenemos la educación, no estamos preparados para ser reeleccionistas. De eso sí me aseguro, no porque yo quiera que mi esposo esté conmigo las 24 horas. Lo digo por el país, como ciudadana, que no estoy de acuerdo con las reelecciones. Allí se ven las inequidades”.