Llevo un mes sin ver televisión colombiana y no me ha pasado nada. ¿ O si?. ¿Seré peor ciudadano?, ¿No enterarme de los tropeles políticos me impide entender la realidad nacional?, ¿Dejaré de amar “amañezadamente” como lo proponen en las telenovelas de la tarde? ¿Olvidaré que en Colombia se ama y se mata en nombre del amor, la familia y la propiedad como dicen la series de la noche que hay que vivir?. ¿Se me olvidará que cualquier cosa es noticia y que cuando mire y escuche un noticiero daré por obvio que se investigó y que lo que me están contando es para entender este mundo humano que me tocó vivir?
En este mes he podido conciliar el sueño sin tener que hacer zapping, pasando de canal a canal. Los sueños son mas míos, son restos diurnos que crean escenas surrealistas sin guiones prestados.
Hace diez meses dejé de fumar y no siento mejoras en mis papilas gustativas, no experimento mejor capacidad pulmonar y todos los días quiero fumar. Llevo un mes sin televisión y no soy mas inteligente ni mas analítico y todos los días quiero tirarme en el sofá y entregarme al desparpajo de una o dos horas mirando la tele viéndome en los demás, pensando sobre nosotros y entreteniéndome con los otros.
La abstinencia voluntaria, como dejar de fumar, otorga templanza e ilusiona a pensar que es posible un futuro con menos daño. La abstinencia obligada, dejar de ver televisión colombiana, me ha permitido ver que somos tan iguales que lo que se hace en otros países no es muy diferente a lo que se hace en Colombia: Recursos audiovisuales escasos, que es el imperio del negocio que enceguece, ensordece y enmudece la humana necesidad de narrarnos. Que la televisión es el medio de comunicación que nos inventa una realidad excedida y creemos que somos mejores personas porque razonamos de acuerdo a ella.
En este mes tengo que decir que soy un tele vidente, es decir. Que veo el mundo mas allá de la realidad.