El hipo es "una contracción espasmódica del diafragma y de los músculos intercostales, intermitente e involuntaria", explica Manuel Valenzuela, presidente de la Fundación Española del Aparato Digestivo.
En la mayor parte de los casos, se desconoce su causa, aunque en algunas ocasiones el hipo puede ser un síntoma de otras enfermedades.
El doctor Valenzuela afirma que algunas alteraciones del sistema nervioso central como la meningitis, la encefalitis, las malformaciones vasculares y los tumores cerebrales podrían estar detrás del hipo.
"Las enfermedades gastrointestinales tales como la gastritis, el reflujo gastroesofágico, la úlcera de estómago, la pancreatitis, la inflamación de la vesícula, los tumores abdominales y las comidas copiosas" también pueden originar episodios de hipo.
Patologías tóxico-metabólicas como la uremia, la hiponatremia o el alcoholismo, trastornos psiquiátricos como la ansiedad y el estrés y procesos postoperatorios pueden dar lugar a episodios de hipo.
Además, tomar alimentos muy calientes, muy condimentados o picantes, así como consumir un exceso de bebidas carbogaseosas podría originar hipo en personas sensibles.
La posición que se adopta al comer también puede contribuir a desarrollar un episodio de hipo. "Estar encorvado comiendo hace que el diafragma no se expanda con la suficiente naturalidad", advierte el médico.
Esta patología "suele durar unos minutos y tal como llega, desaparece", indica el doctor López Rocha.
Pero también puede prolongarse por mucho más tiempo. "Un acceso de hipo es un episodio que dura hasta cuarenta y ocho horas", señala el doctor Valenzuela. El hipo persistente, por su parte, es aquel que se alarga por un tiempo comprendido entre dos días y un mes, mientras que si dura más de un mes se le denomina "hipo intratable", añade el especialista.
El doctor López Rocha recomienda acudir al médico de cabecera cuando el hipo dura más de cuatro días.
Cuando una persona acude a la consulta aquejado de hipo persistente, el médico primero prueba con los tratamientos tradicionales tales como un susto, hace que el paciente beba agua de manera continua o le pide que respire profundamente y aguante el aire.
Con un susto, el facultativo trata de cortar la contracción del diafragma para que vuelva a su ritmo normal. Beber de forma continua hace que el diafragma quede inmóvil y al poner en práctica este remedio se intenta que esta membrana musculosa se relaje y se interrumpa así el espasmo.
El doctor Valenzuela recomienda, además, otras maniobras para parar el hipo. Estas prácticas consisten en "aguantar la respiración y hacer fuerza con el abdomen, beber sorbitos de agua fría, hacer gárgaras, tragar una cucharadita de azúcar, ejercer presión en los globos oculares y presionar las rodillas contra el tórax".
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