Yo no sé por qué los hombres somos tan masoquistas. Las ganas mórbidas de encontrarle gusto a cualquier cosa, me llevó a ver de nuevo las fotos de Yidis Medina en la revista SoHo. Y me arrepiento.
A pesar de que las fotos son un esfuerzo descomunal para tratar de recrear la fotografía erótica de otros tiempos, donde las gorditas eran suculentas modelos, Yidis no despierta un mal pensamiento en comparación con las demás mujeres que salen en la revista.
Además, tiene mucho pecado encima y no de los carnales. Yidis, en su faceta soft-porn, es un claro ejemplo de lo grotescos que podemos llegar a ser, porque su desnudez va más allá de la carne con gorditos: raya en su oportunismo mediático con el cual, sin darse cuenta, dejó más dudas acerca de su credibilidad. De ella se dicen muchas cosas oscuras y se están investigando muchas otras. La forma como ejerció la política en su natal Barrancabermeja es un ejemplo de ello. Llegó al Congreso por la vía del carrusel. Alcanzó fama nacional cuando las cámaras de televisión la esperaron hasta el último momento porque su voto era decisorio para la aprobación de la reelección presidencial. Aquella vez dijo que Dios fue su consejero para decir sí. Volteó la arepa, se inculpó de cohecho de una forma casi que inverosímil a sabiendas que la cárcel era lo mínimo que iba a encontrar y causó algo de sumo peligro para el país: el choque institucional. Suficiente.
Y si Yidis fue grotesca, SoHo también. ¡Qué ganas tan grandes de farandulizar lo que no tiene por qué ser farandulero! Según su director, Daniel Samper, las fotos de Yidis muestran "en toda su expresión el cuerpo del delito". Yo le pregunto, ¿el cuerpo del delito está en las pocas curvas de Yidis? Colombia quisiera que la verdad sobre ella se desnudara en los estrados judiciales y no en una revista. Puede que la edición haya sido la más vendida en la historia de la publicación. Nada raro: masoquismo y morbo son gemelos.
SoHo traicionó su esencia: "En SoHo están las mujeres más lindas de Colombia". Ahora, ¿si hubiera una revista de este tipo para mujeres, estarían ellas condenadas a ver a Teodolindo Avendaño como Dios lo trajo al mundo? Sería lo mismo que en el caso de Yidis. Ahí les dejo esa cuestión a la que yo mismo respondo, como diría mi sobrina: guácale.
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