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12 de mayo de 2012
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Empezamos la semana hablando de Dania Londoño , la prostituta que le armó el escándalo al agente del Servicio Secreto de Estados Unidos. En la radio nos anunciaban que estaba en negociaciones para posar desnuda en la revista PlayBoy y en la televisión nos mostraban fragmentos de una entrevista que le concedió a la cadena NBC.

Un periódico nacional le dio el calificativo de "célebre". Otro nos la mostró acompañada de su abogado por una calle de Madrid. Dania para arriba y Dania para abajo. Faltó poco para que salieran al mercado los llaveros con una foto suya en blusa ombliguera o se creara -en estos tiempos de imitadores a ultranza- el reality "Yo me llamo Dania".

Hasta hace poco Dania era una prostituta anónima, pero logró montar su propio escándalo, valga decir su show, y de ese modo se convirtió en un personaje mediático. Ahora tiene hasta mánager. Su caso confirma que, tal y como decía Ryszard Kapuscinski , en esta época en que los medios le dan prioridad al entretenimiento, la verdad se ha convertido en un valor subordinado a lo que se puede vender.

A mediados de la semana ya hablábamos era del diputado Rodrigo Mesa , quien dijo que invertir dinero en el Chocó, el departamento más pobre de Colombia, es como perfumar el excremento. Mesa tampoco había sonado jamás, pese a su larga carrera política, pero ahora lograba su cuarto de hora en los medios por cuenta del mismo recurso: generar escándalo.

De los damnificados por las inundaciones, que ascienden a veinte mil en lo que va del año, se habló muchísimo menos. Ellos no tienen, por ahora, nada ruidoso que ofrecer. Además, son protagonistas de un drama repetitivo que, a estas alturas, solo inspira indiferencia en un amplio sector de nuestra sociedad. ¿Emergencia invernal? ¡Pero si eso ya lo vimos a finales de 2010 y a principios de 2011!

La noticia de esa tragedia está escrita desde hace décadas, y se publica prácticamente igual año tras año: solo cambian los nombres de los damnificados. En nuestro eterno reality los mártires de las catástrofes solo importan mientras son recientes. Después arrojamos sobre ellos el manto de la indiferencia, pues para que el show continúe se necesitan víctimas nuevas.

A finales de la semana, cuando ya Dania era un simple periódico de ayer -lo que en estos tiempos es como ser anterior al Diluvio- se hablaba de un nuevo protagonista: Adalberto Pacheco Díaz , el anciano que murió de infarto mientras se encontraba en una fila, bajo el sol de Montería, intentando reclamar un mísero subsidio de 120 mil pesos bimensuales. Si no muere, jamás nos habríamos enterado de su existencia.

La próxima semana, no les quepa la menor duda, habrá más bullaranga. La generaremos porque creemos que a estas alturas nuestra sociedad solo tiene oídos para percibir lo que es ruidoso. Y lo que sucede es más bien lo contrario: el ruido nos anestesia. Lo más escandaloso del escándalo - decía Simone de Beauvoir - es eso, justamente: que uno se acostumbra.

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