Recién llegado de Nueva York, Carlos Arturo Jiménez quiso replicar el modelo de negocio de pizzerías que había visto en la Gran Manzana. En 1977, difícilmente las personas de Medellín sabían qué era una pizza, pero con receta en mano, en febrero de ese año, Jiménez abrió en el barrio El Poblado el primer local de Piccolo.
Su idea siempre fue tener un negocio familiar. Por esto, sus hermanos se involucraron en el proyecto y después de estudiar, atendían la pizzería. Carlos Arturo falleció en septiembre de 1995, pero su familia continuó con la firma.
Año y medio después de inaugurarse en El Poblado, Pizzas Piccolo abrió su segundo local en la Avenida 70 y luego en Las Palmas. Hoy tienen alrededor de 480 trabajadores y 15 puntos de venta distribuidos en Medellín, Oriente antioqueño, Envigado, Sabaneta, Cali, Pereira y Cartagena. La sede central sigue estando en El Poblado, pero ya no solo como lugar de comercialización, sino que es un edificio donde tienen sus oficinas y tres plantas de producción.
Además de institucionalizar la pizza en la ciudad, Piccolo también fue pionero en la modalidad de domicilios. María Cristina Jiménez, gerente general de la empresa, recuerda que en 1978 compraron las primeras motos. “Los domicilios eran muy importantes por dos cosas: porque generaban muchos empleos, la mayoría eran estudiantes universitarios, y porque la gente experimentó la comodidad de que le llevaran la comida a la casa”, afirma. Esa idea también la desempacó Carlos Arturo Jiménez de Estados Unidos.
Pizza hecha con productos propios
De acuerdo con María Cristina Jiménez, la gerente General, el 90 % de los productos de Piccolo son producidos por ellos mismos. Tienen tres plantas de producción. Una que genera productos cárnicos para las pizzas y embutidos que comercializan a diferentes clientes, otra donde producen las salsas y otra donde fabrican las pastas.
Además, en su granja de Piccolo Las Palmas siembran hortalizas entre las que están varias clases de lechuga, cebolla, pimentón, albahaca, rúgula y espinaca, y en la que crían gallinas ponedoras libres de jaula.
Cuando Piccolo empezó solo tenía en su portafolio pizzas y Coca-Cola. Diez años después, incursionaron con las lasañas y los canelones. Hoy cuentan con un portafolio de ensaladas, pastas, platos, postres y, por supuesto, pizzas.
La empresa se ha fundamentado bajo la premisa de que el servicio es un acto de cuidar a los demás. Jiménez explica que Piccolo lo hace a través de la calidad de sus productos. “Todo lo que hacemos es natural y fresco. Esa es nuestra manera de cuidar. Además, nos enfocamos en que nuestros clientes sientan que su estancia en Piccolo es una experiencia inolvidable”, sostiene.