Ecuador acude hoy al momento en el que decide cómo se hará y qué tan lejos irá el cisma entre la izquierda del exmandatario Rafael Correa, un pasado de notables avances sociales y de infraestructura pero que dejó grietas en la economía, y el progresismo con matiz centrista del presidente Lenín Moreno, que apunta a un futuro de menor polarización, en la que la política vuelva a su esencial búsqueda del bien común mediante la concertación.
Esto es, la consulta de siete preguntas que tendrán que responder hoy los ecuatorianos es más un mecanismo sobre qué tanta libertad de decisión tendrá el verdadero gobierno de Lenín. Verdadero esta vez porque un más que probable Sí (las encuestas así lo vaticinan, ver gráfico) le permitirá soltarse de las cadenas y herencias incomodas del gobierno anterior.
“Todos los datos que tenemos indican que va a haber una victoria clara del Sí en todas las propuestas que el Ejecutivo ha hecho. Esto en el fondo se realiza para resolver el problema que tienen los dos líderes en disputa: Moreno y Correa. Una vez que se conozca el margen con el que el Sí va a ganar —esa es la previsión—, eso le permitirá al gobierno de Lenín decir ‘yo soy el que tengo el poder y la legitimidad’, y comenzará primero que nada a transformar los equipos de gobierno. Él se ha visto obligado a heredar altos funcionarios del mandato anterior, entonces ahora podría darles la instrucción de que si no tienen fidelidad a su liderazgo no contará con ellos”, explicó Teodoro Bustamante, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
Las siete preguntas de la consulta abarcan penas más duras por delitos sexuales, prohibición de la minería en zonas protegidas y otras áreas, derogar la Ley de Plusvalía de Tierras —que ha afectado a los constructores—, y reducir zonas de explotación petrolera. Pero las más relevantes tocan a Correa directa o indirectamente y son las primeras tres: enmienda constitucional para vetar a los corruptos de la vida política del país y expropiar sus bienes; eliminar la reelección indefinida —solo se podría una—; y reestructurar el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, ente de lucha anticorrupción del que Lenín espera renovar a sus miembros.
De esta forma, Diego Cediel, internacionalista y docente de la Universidad de la Sabana, explicó el asunto de fondo que tiene la consulta: “es casi que un referendo para legitimar un gobierno propio, con libertad de decisión. Lenín necesita ese mecanismo para política, institucionalmente, y legalmente desligarse de cualquier asomo de Correa para solapar sus manejos políticos. Porque es probable que Moreno siga con la misma plataforma ideológica, con ciertas pautas políticas, con los acentos sociales, de movilización, de infraestructura. Eso incluso lo puede mantener, pero eso no significa que vaya a asumir el costo político de, por ejemplo, proteger personas que tienen que responder ante la justicia por el caso Odebrecht, por muy cercanas que sean de Correa (Jorge Glas y otros)”.
Esto es, un triunfo en el referendo permitirá al mandatario actual poner en marcha las reformas que necesitaba para desmarcarse ya por completo de los últimos condicionamientos que le había puesto su mecenas político para llegar al máximo cargo. Pero esa misma idea, tal como advirtió Bustamante, supone ya un obstáculo que no se irá fácil así gane la consulta.
“De todas formas el presidente Moreno no viene de un proceso de armar una fuerte tendencia. No es que el apoyo que está recibiendo es porque era un líder que recogía la mitad del pensamiento de Alianza PAÍS y está movilizándola para imponerse sobre la otra. Eso no ha sucedido. Lo que ha sucedido es que él está utilizando los mecanismos del Ejecutivo para decir ‘ahora el que manda soy yo’. Pero él de todas maneras seguirá teniendo una cierta fragilidad en el ejercicio del poder. Los equipos de trabajo que tendrá estarán todavía atravesados por un problema de las fidelidades políticas de cada quien. Ese problema lo seguirá encarando pero al menos ya de otra manera tras la consulta”, auguró.