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Una “reforma” en el cumpleaños de la revolución

Expertos aseguran que los cambios constitucionales no representan una transformación real para el país.

  • FOTO EFE
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31 de julio de 2018
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No es casualidad que el Partido Comunista de Cuba anuncie la reforma constitucional en el marco del aniversario número 65 del inicio de la Revolución Cubana, que empezó el 26 de julio de 1953 y finalizó el 1 de enero de 1959. Día en el que los revolucionarios marcharon triunfantes en cabeza de Fidel Castro y entraron victoriosos a Santiago de Cuba sobre sus caballos. Fecha que, además, representa el momento en el que el país puso fin a la dictadura de Fulgencio Batista, el exmandatario que huyó a Estados Unidos, y cuya caída significó un nuevo capítulo en la historia de la izquierda de Latinoamérica.

Reforma que también coincide con un desprestigio de la izquierda en el continente, protagonizado por la difícil situación en la que cayó Venezuela durante los últimos años del gobierno de Hugo Chávez y que llegaron a un punto aún más crítico con el gobierno de Nicolás Maduro. Además de la decaída en la imagen de otros líderes de izquierda: Lula da Silva, expresidente de Brasil, quien está preso; Rafael Correa, exmandatario de Ecuador, con una orden de prisión preventiva y a la espera de que la Interpol defina la solicitud de circular roja que expidió la Fiscalía de ese país. Y, finalmente, cuando Argentina parece haber pasado la página del Kirchnerismo.

Además de un escenario relativamente hostil luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desatara un retroceso en los avances de Barack Obama en la relación con la isla y en el que la ayuda financiera de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) decayó, entre otros motivos, por la difícil situación económica que vive Venezuela.

Al respecto, el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de la Sabana, Diego Cediel, comenta que no es casualidad que en este tipo de regímenes que buscan legitimar una pequeña élite o familia en el poder coincidan estos “cambios” con una serie de momentos históricos. Y es que la sincronía entre estas fechas busca “explotar esos antecedentes y convertirlos en símbolos de legitimación del poder”. En este caso, del presidente del Consejo de Estado de Cuba y del Consejo de Ministros, Miguel Díaz Canel, quien llegó a estos cargos el pasado 19 de abril.

Legitimar la revolución

Cediel comenta que Cuba tiene un régimen monopartidista, excluyente y autoritario en el que es característico hacer coincidentes esas transformaciones con el legado histórico y tradicional de la revolución, con el objetivo de mostrarla como un movimiento que tiene la capacidad de adecuarse a los tiempos y las coyunturas.

Desde el séptimo Congreso del Partido Comunista se habló de hacer un cambio a la carta magna, pero el gobierno solo comenzó a trabajar en el primer borrador de la constitución cuando Raúl Castro salió, en teoría, del poder, para ceder su lugar a Díaz-Canel. Si era, entonces, una reforma anunciada, ¿por qué esperar hasta que el líder cubano fuera alguien sin el apellido Castro? La respuesta la tiene Luis Felipe Jaramillo, jefe del programa de Negocios Internacionales de la Universidad de Medellín: su antecesor, Castro, es uno de los últimos ideólogos de la revolución.

Jaramillo explica que él era un símbolo, encarnaba la línea dura del país y “no tenía ningún tipo de presentación que la máxima figura hiciera ese tipo de cambio”. Por el contrario, se esperó hasta la llegada de una transición de gobierno para dar un aire de renovación que implica llevar el mensaje de que el país se pone a tono con la realidad económica extranjera.

Como si fuera una premonición, el historiador cubano Rafael Rojas había reseñado que esto pasaría. En su artículo titulado “La revolución sin reforma”, que se publicó antes de que Díaz-Canel llegara al poder, aseguró que la sucesión fue concebida para resolver “el problema del relevo generacional sin pasar por un proceso constituyente previo” y que el tan anunciado cambio constitucional “estaría postergándose para el período posterior al mandato de Raúl Castro”.

Todo cambia, nada cambia

Del borrador de esa nueva Constitución solo se han enunciado temas clave a través del diario oficial del partido Granma, medio que ha asegurado que “el pueblo cubano vive otro momento significativo de su historia”, en el que la actual Constitución de la República de 1976 “camina hacia una reforma total, en un proceso que será amplio y trascendental”. Con esto, pareciera que el país hará una transformación estructural, pero la realidad es que los valores socialistas que caracterizaron a la Revolución están aún más anclados a esta renovación porque es el propio Raúl Castro quien preside la comisión responsable del anteproyecto.

Entonces, Cuba está viviendo un supuesto aire de cambio con los mismos personajes al poder, en un momento en el que las ideologías se mantienen y en el que el continente cuestiona a la mayoría de figuras de izquierda que lo lideraron en el pasado. Expertos coinciden en que la nueva carta magna no representará un cambio estructural e incluso cuestionan qué tanto el ciudadano de a pie recibirá los impactos de la reforma en una isla donde los extranjeros buscan invertir en hoteles y resorts y cuya “reforma” beneficiaría más al externo.

Finalmente, Cuba celebrará esta semana su revolución en medio de cuestionados aires de cambio.

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