Alemania batió un récord amigable con el ambiente. En el primer trimestre del año el 52 % de la energía que utilizó nació de fuentes renovables, una proporción que la acerca más a su meta de que para el 2030 el 65 % de la energía provenga de generadores amables con el planeta, dejando a un lado los combustibles fósiles (carbón, gas y petróleo).
Junto a China y Estados Unidos, paradójicamente, los dos países más contaminantes del mundo, Alemania es de las naciones que más emplea energías renovables. Estas son la solar, que puede ser fotovoltaica (a través de paneles), térmica (que sirve para calentar agua y reemplaza las tinas) o solar concentrada, que se emplea en ambientes desérticos utilizando espejos que condensan los rayos de luz para generar electricidad.
De los tipos de energía solar, la fotovoltaica es la más aplicada en ese país. Le sigue la generación a partir del aire, la eólica, un tipo que puede producirse en tierra o en mar. En este ámbito la nación está innovando con plataformas ancladas al lecho marino, una infraestructura flotante que desde el agua produce la electricidad que los ciudadanos en tierra necesitan para realizar sus actividades.
Hay un tipo más de energía renovable, la que sale de la biomasa, los desechos. En ese primer trimestre del año, del 52 % de fuentes de esa familia que se utilizaron, cerca del 45 % salió de la solar, la eólica y la biomasa. El restante, de la hidráulica, las hidroeléctricas, un modelo que poco utilizan en ese país debido al debate sobre qué tan sostenible es una central.
En cifras, las turbinas eólicas marinas, los paneles solares y otras fuentes generaron 77 mil millones de kilovatios-hora (kWh), un aumento significativo si se compara con los 67 mil millones kWh que se registraron en el primer trimestre de 2019, según la Bundesverband der Energie- und Wasserwirtschaft (BDWW, la federación que sigue la pista a la producción y el consumo.
“El país pasó de ser potencia en energía eólica terrestre a ser precursora de la eólica marina. En el Mar del Norte y Báltico hay infraestructura dedicada a este fin. Eso lo logró impulsando la ingeniería, fortaleciendo las empresas del sector y creando políticas públicas para favorecerlo”, afirma Idi Amin Isaac, investigador de la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Pontificia Bolivariana.
El experto cursó su doctorado en ese ámbito en Alemania. Allí encontró cultivos de maíz dedicados a alimentar plantas de biomasa, por lo que reflexiona que con esta fuente se corre el riesgo de cruzar el puente entre la importancia de la tierra para la generación de energía y la producción de alimentos. “Se debe considerar eso. Primero hay que alimentar a la población”.