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El mundo, sin ideas nuevas con Cuba

Tras las protestas del 11 de julio, la isla impone un día a día vigilado. Los juicios a los manifestantes tensionan al país y las posiciones internacionales lucen desgastadas.

  • Estados Unidos sancionó al ministro de defensa cubano, Álvaro López-Miera, y a la Brigada Especial Nacional (BEN), FOTO Getty
    Estados Unidos sancionó al ministro de defensa cubano, Álvaro López-Miera, y a la Brigada Especial Nacional (BEN) , FOTO Getty
30 de julio de 2021
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Las calles simulan normalidad. Las filas se reproducen de nuevo al frente de los comercios; el desabastecimiento se conversa con la cotidianidad de siempre; los apagones se alternan con la resignación de antes. La Habana, describe Eloy Viera, respira bulliciosa, activa, un poco ficcionada, muy tensa. Desconfiada. “Todos sabemos que hay muchos agentes encubiertos que son oficiales de la policía política cubana. Han aumentado el control, uno solapado. Las protestas del 11 de julio pasado movieron al sistema y el gobierno ya se reorganizó. La gente tiene miedo”.

Ya hay internet. Intermitente, fue regresando entre el 14 y el 16 de julio a toda la isla. Las redes sociales tardaron un poco más, las plataformas de mensajería también. Allí la realidad se disimula menos. La normalidad está atravesada por los ecos de los juicios contra los manifestantes. Las sentencias llegan a las calles apenas en murmullos.

“Están siendo acusados de delitos como desorden público o instigación a delinquir. Tenemos conocimiento de más de 17 juicios llevados a cabo, la mayoría a través de procedimiento sumario, uno que es exprés en el que la persona puede ser juzgada en un período de entre 2 y 10 días”, explica Laritza Diversent, abogada cubana defensora de Derechos Humanos, “bajo ese procedimiento, el Tribunal no está obligado a garantizar un abogado de oficio. Una persona puede ser juzgada sin asistencia legal”. El silencio se impone también en las cortes.

“Se tramitan por procedimientos más expeditos y ágiles, pero no por ello están exentos del derecho a la garantía del debido proceso, incluyendo el derecho a la defensa”, respondió a las críticas, el pasado jueves, el presidente del Tribunal Supremo Popular de Cuba, Rubén Remigio Ferro, “un número de los acusados de estos presuntos delitos ha decidido nombrar abogados y lo ha tenido, otros no lo han decidido”. Se les ha dado todas las “oportunidades”, aseguró Ferro, de solicitar esa defensa.

A todos ellos, a los capturados, de quienes no se conoce aún cantidad oficial. O identificación o siquiera edad. La ley que permite juicios sin abogado también establece que si el defensor entra al tribunal en medio de la audiencia, o al inicio o al final, tendrá que ser aceptado e incluido en el proceso. Si atina a adivinar dónde está su cliente.

“Están incomunicados, no se saben ni fechas ni horas de juicios. Ocultan dónde están, limitan la información, impiden la defensa y también que los acusados utilicen el proceso como una tribuna de las vejaciones que han sufrido”, señala Viera, que también es jurista, “hay familias que se han enterado que sus parientes están en juicio horas antes de él”. Las sentencias son orales y casi siempre a poco menos de un año, por instigación a delinquir o desorden público, delitos menores según la ley.

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países, México y Rusia, han enviado ayuda humanitaria a Cuba.

“Al parecer, y debido a la presión internacional, han decidido modificar la estrategia. Ya no van a utilizar tanto los procesos sumarios y sí los ordinarios, en los que se acusa de delitos más graves”, detalla Viera, “así utilizan la prisión preventiva como sanción anticipada. Pueden mantener a la gente en prisión por semanas y hasta meses. Después, liberarlas sin cargos y sin juicio”. La realidad se escapa por resquicios que a veces ni siquiera el Gobierno alcanza a tapar.

Afuera y adentro

La enfermedad suele ser de ese tipo de alteraciones que no soportan mayor encubrimiento. El cuerpo revela sus dolencias con descarnado pragmatismo. El mundo está enfermo. Cuba está enferma. Desde el 22 de julio los récords de contagios de coronavirus se suceden de forma periódica. La cifra diaria no baja de 7.000 contagios, los muertos se acumulan y el desabastecimiento sanitario y de productos básicos para vivir rodea el cuello del país como una soga que aprieta y aprieta, a punto de estrangular. De esa realidad ha sido imposible escurrirse.

Miguel Díaz Canel, presidente de Cuba, lo sabe. Apenas días después de las protestas, expidió una resolución en la que permitió que los viajeros que lleguen a Cuba puedan ingresar alimentos, productos de aseo y medicamentos sin límites, hasta el próximo 31 de diciembre de 2021. La medida, la respuesta más inmediata a la crisis, pudo ser tal vez revolucionaria en otros tiempos, pero palidece en los actuales, cuando los lazos de Cuba con el mundo son tan estrechos como opacos e inciertos.

Los primeros se limitan apenas a una reducida cantidad de vuelos internacionales. Las rutas La Habana-Madrid y las conexiones con EE. UU. o México están al mínimo. Anidar la esperanza en el turismo, justo cuando es una de las actividades más golpeadas por la pandemia, parece destinado, por lo menos a corto plazo, al fracaso. Los segundos, las conexiones más secretas, se mueven en el complejo y minado campo de la diplomacia.

Desde afuera, las crisis cubanas padecen de un status quo eterno. Una danza calcada que se repite en bucle. “Para que realmente se produzca una presión externa eficaz, el acompañamiento internacional tiene que superar el diferendo histórico entre Cuba y EE. UU.”, zanja Viera, “si no logramos cambiar el impulso de ese apoyo, que hoy parte de una retórica beligerante entre ambas naciones, el régimen cubano continuará usando la idea de una nación agredida que necesita defenderse”.

Como en anteriores ocasiones, el guión se repitió. Voces de lado y lado tomaron posición. Mientras en Estados Unidos el alcalde de Miami, Francis Suárez, señalaba que “debería contemplarse una coalición de potencial acción militar en Cuba”, en Europa, el alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior, Josep Borrell, reconocía que si bien en Cuba hay problemas políticos, “también hay problemas derivados de decisiones políticas tomadas por otros que afectan dramáticamente a la población”.

Se refería, detalló después, a la determinación del ahora expresidente estadounidense Donald Trump de vetar el envío de remesas a la isla desde su país, uno de sus últimos decretos que agravó el bloqueo y que, con la llegada de Biden, se esperaba fuera eliminado. Nada de eso ocurrió.

“El presidente Biden no va a cambiar esa política en el futuro cercano”, señala Luis Sánchez, investigador y docente de la Universidad de los Andes, “le está haciendo un guiño a un sector del exilio cubano con fuerza en el Congreso de EE. UU.”.

El pasado 22 de julio, el Departamento del Tesoro anunció sanciones contra el ministro de Defensa cubano, Álvaro López Miera, y la Brigada Especial Nacional (BEN), una unidad policial señalada por la comunidad internacional de liderar la represión posterior al 11 de julio. “Esto es solo el principio”, advirtió el líder norteamericano en un comunicado. En contraste, los mismos de siempre han acudido en ayuda de la isla. Los buques de bandera rusa y mexicana han saltado el bloqueo y atracado en las costas con toneladas de medicamentos, alimentos y combustible.

“Ellos están padeciendo de un bloqueo, algo que considero inhumano porque es una medida extrema”, señaló el pasado 27 de julio el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. Un día antes había zarpado hacia la isla el primer buque ayuda, “El Libertador”. Un 26 de julio que, no como cualquier otro, también ha escapado de la normalidad.

Esa fecha se ha celebrado en Cuba desde 1953, cuando un joven Fidel Castro asaltó el cuartel Moncada, la segunda posición militar más importante de la dictadura de Fulgencio Batista. En esta ocasión ha imperado el silencio. Sin gritos de victoria. Sin consignas y reverencias al mito. No hubo algarabía ni grandes festejos en La Habana, solo la lánguida normalidad que se ha instalado desde el 11 de julio pasado, cuando las calles cubanas no solo fueron de los revolucionarios

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