La transición de Libia hacia la democracia ha estado llena de obstáculos, incluso cuando se cumplen seis años desde que el país fue “liberado” del régimen de Muamar Muhamad el Gadafi (ver infografía).
Desde entonces, y pese a que ya no está la dictadura, sino una intención de conformar gobierno en la nación norafricana, un grupo de investigadores de la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona, entre los que está la experta en conflictos de esa zona Pamela Urrutia, concluyeron que los tropiezos se han dado por “la confrontación entre polos de poder”, así como por la fragilidad del acuerdo de Skhirat, firmado en 2015 y auspiciado por la ONU para recuperar la estabilidad en ese país.
A lo anterior se suma el deterioro económico (debido a la caída del mercado del petróleo), la difícil situación de inseguridad por la presencia de varios actores armados, entre los que se encuentran más de 6.000 miembros de Estado Islámico, las múltiples violaciones a los derechos humanos y la intensificación de los movimientos migratorios hacia Europa desde 2014.
“Este conjunto de factores puede derivar en un agravamiento de la situación en el país en 2017, con serias repercusiones a nivel interno y regional, confirmando la etiqueta que en los últimos años ha señalado a Libia como epicentro de inestabilidad en el norte de África”, apuntan los expertos de la Escuela, y añaden que el acuerdo de Skhirat fue “apresurado y falto de consenso sólido”, por lo que aún no da frutos.
Y es que según Carlos Humberto Cascante, director del Centro de Estudios de Medio Oriente y África del Norte de la Universidad Nacional de Costa Rica, el Consejo Presidencial que se nombró para retomar las riendas del país no dejó satisfechos a todos los actores y ha costado conformar un gobierno de unidad nacional, sobre todo para acercar a las fuerzas políticas del este y oeste del país.