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Las palabras que no queremos escuchar en este tiempo son indiferencia, egoísmo, división y olvido. Una idea que expresó el Papa Francisco en su alocución de este Domingo de Resurreción, luego de la misa en san Pedro a la que anualmente asisten más de 120 mil personas en la Plaza, ayer no había más de 50.
El Papa, antes de impartir al mundo la bendición Urbi et Orbi desde el interior de la Basílica, recordó el sentido de la esperanza en Cristo, vencedor de la muerte, el mal y el dolor, e invitó a mirar al resucitado, “que no es otro que el crucificado”, para “que sane las heridas de la humanidad desolada”.
En su alocución se unió a los enfermos, a los que han fallecido y a las familias que lloran la muerte de sus seres queridos: “Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus”, para los que pidió: “que el Señor de la vida, acoja consigo en su reino a los difuntos, y conceda consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas”.
El Papa manifestó su cercanía a quienes están enfrentando un futuro incierto, temor a perder el trabajo y problemas económicos diversos. Hizo un llamado para actuar a favor de los más abandonados, pobres y débiles. “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”.
Pidió no dejar solos a los pobres, presos y a los que no tienen hogar. En el caso de los países con sanciones y deudas pidió considerar y levantar sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda necesaria. En este sentido, propuso reducir o incluso condonar, “la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos países más pobres”.
El Papa invitó a los gobiernos de Europa a enfrentar los desafíos actuales en unidad. “Que no se pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares”. E hizo un llamado a finalizar todas las guerras y a poner fin al comercio de armas: “No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”.
En referencia a la situación de los países de América Latina, sólo de refirió a Venezuela y confió en la atención humanitaria en favor de las personas que sufren.“Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”.
En el mensaje que leyó desde el Altar de la Cátedra, no desde el balcón de la Basílica como es construmbre, el Papa concluyó: “Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. Queremos suprimirlas para siempre. Estas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”.
En la homilía de la Misa del sábado en la noche, conocida como la Vigilia Pascual, el Papa censuró a los promotores de violencia: “Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario”.
Con voz firme y pausa el Papa repitió las palabras del Evangelio que, ante el temor y angustia nos dicen: “No tengas miedo (...) Aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido”.
Ante un vacío y silencio elocuentes en la Basílica y el registro mundial en medios de comunicación el Papa invitó al mundo a mantener la esperanza en Cristo Resucitado. “Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a ti, que eres la vida”.