Una por una, la fiscal Ratchel Mitchell interrogó ayer a Brett Kavanaugh por las acusaciones de abuso sexual que hizo Christine Blasey Ford allí mismo, en el Senado de Estados Unidos, un par de horas antes: “¿Estuvo solo con ella en un cuarto, restregó sus genitales contra ella, removió su ropa, le tapó la boca para que no hablara?”. El nominado de Trump al Tribunal Supremo respondió “no” en cada ocasión.
Blasey, profesora de Silicon Valley, acusó a Kavanaugh de abuso sexual hace unas semanas a través de medios de comunicación (ver recuadro). A su testimonio le siguió el de otras tres mujeres, hasta ahora, que han asegurado que el juez conservador tuvo conductas similares con ellas. El escándalo escaló al punto que el comité judicial del Senado llamó a Blasey y a Kavanaugh a declarar ayer, en una audiencia que acaparó la atención del mundo e incluso hizo que el presidente Trump modificara su agenda para seguirla.
Primero habló Blasey. Contó que, siendo estudiante, en una fiesta en 1982, en un barrio a las afueras de Washington, se dirigía al baño cuando Kavanaugh y uno de sus amigos la empujaron hacia una habitación e intentaron violarla. “Grité. Cuando lo hice, Brett me tapó la boca con la mano. Era difícil respirar. Y pensé que Brett me iba a matar accidentalmente”, dijo. Algunos legisladores la interrogaron. Otros la felicitaron por su valentía. La demócrata Amy Klobuchar señaló que “los tiempos cambiaron. Ya no ocultamos episodios debajo de la alfombra”.
Se refería a un caso análogo, hace 27 años, en el que Anita Hill acusó de abuso sexual al entonces candidato al Tribunal Supremo Clarence Thomas. En esa ocasión, Hill se enfrentó al interrogatorio con preguntas sexistas por parte de los senadores de la época y a la decisión de estos de otorgarle el cargo a Thomas, quien aún lo conserva, pues las sillas en el Tribunal son vitalicias.