Aislamiento. Esa es la palabra que determina las medidas que han tomado los 153 países afectados por el coronavirus. Es un asunto que sobrepasa la salud. El interés nacional, que llevó a los gobiernos a implementar restricciones, se traduce en una estrategia que marca la agenda pública en sus prioridades internacionales.
Los cambios que tuvo Colombia en cuestión de dos semanas para atender la crisis lo evidencian. Todo comenzó con una la invitación al aislamiento preventivo para quienes llegasen del exterior, luego se dio la prohibición de ingreso al territorio nacional para extranjeros procedentes de zonas contagiadas (China, España e Italia) y ahora las fronteras están cerradas.
La única zona limítrofe que permanece abierta es el paso con Ecuador para la movilidad de mercancía o cruces por motivos de fuerza mayor. Ese país tiene 111 casos confirmados. Desde ayer martes y hasta el 30 de mayo los pasos fronterizos terrestres, fluviales y marítimos con el resto de naciones suramericanas están cerradas. Si, por ejemplo, una persona quiere llegar a Colombia, solo podrá abordar el avión si demuestra ser connacional, integrar misiones diplomáticas, es extranjero residente o portador de visas de migrante.
“Vamos a terminar en un aislamiento total. Las medidas que se han tomado son buenas, pero no totalmente efectivas y deben considerarse políticas más agresivas”, así explica el profesor de la U. del Rosario y presidente de la Asociación Colombiana de Parasitología y Medicina Tropical, Juan David Ramírez, lo que puede suceder en las próximas semanas. Todo persiguiendo un objetivo de salud pública.
El profesor Ramírez, quien comenzará a colaborar con el Instituto Nacional de Salud en la aplicación de pruebas del COVID-19, considera que no es tan alta la probabilidad de que Colombia llegue al escenario de esos dos europeos por las medidas de mitigación que se han tomado. Pero, apunta, deben ser agresivas para evitar ese camino.
Buscando caminos políticos
Colombia cerró los puentes físicos con sus aliados de la región, pero a través de Prosur traza otros virtuales y sigue en comunicación con casi todos sus vecinos, excepto Venezuela, con quién compartimos una frontera de 2.219 kilómetros. Con el Ejecutivo de Miraflores, con quien dice no tener relación, se vio obligado a intercambiar información a través de la Organización Panamericana de la Salud.
Venezuela registra 33 contagios y tuvo que pedir ayer un préstamo de 5.000 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional para enfrentar la situación porque su sistema público ya no da a basto. El país está en “cuarentena social” y las 54 organizaciones que conforman la Coalición por Venezuela pidieron a la comunidad internacional no olvidar la atención a sus connacionales y migrantes en medio de esta pandemia.
Así, el Gobierno Duque está en relativa desconexión con su par del país de la región en el que más preocupa en situación de salud. Para evidenciarlo, en los últimos años reaparecieron enfermedades que se consideraban erradicadas como la difteria y el mal de Chagas.
La pandemia llevó a cambios políticos. “En lo político esta coyuntura nos muestra que hay fenómenos más allá de las guerras que generan grietas y están cambiando la agenda pública. El manejo que le den las potencias puede definir la geopolítica contemporánea”, considera el profesor de relaciones internacionales de la U. Sergio Arboleda, César Niño.
Así, con una agenda internacional cambiante, la pandemia genera nuevos retos regionales enlazados por un aspecto común: la clausura nacional.