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El mundo está a las puertas de un fracaso moral. Así lo afirmó a finales de marzo el director general de la OMS (Organización Mundial de la Salud), Tedros Adhanom Ghebreyesus, refiriéndose al avance desigual de la vacunación contra el covid. “Es sorprendente lo poco que se ha hecho para evitarlo”, agregó, antes de suponer que “los países más pobres del mundo se preguntan si los países ricos realmente hablan en serio cuando hablan de solidaridad”. Una cosa son las buenas intenciones; otra, los intereses políticos y diplomáticos.
Desde que el mundo tuvo la posibilidad de una vacuna como salida a la pandemia, un punto determinante del debate fue cómo evitar la concentración de las dosis, pues según la ONU, aún hoy sólo diez países administran el 75% de la vacunación de todo el mundo. En la mayor parte del planeta la primera línea (personal de salud) no ha terminado de ser vacunada o ni siquiera ha iniciado a serlo (sólo en África hay por los menos 10 países que no han recibido una sola vacuna), mientras que en EE. UU. ya se está suministrando a menores de 30 años.
La escasez no es solo por falta de producción. Según datos de la Universidad de Duke, de EE. UU., las naciones de ingresos altos (per cápita de US$ 12.536 o más), tienen actualmente más de 4.900 millones de dosis compradas. Hay casos como el de Canadá o Reino Unido que han procurado tener 10.40 y 8.18 dosis respectivamente por cada habitante. En contraste, las naciones de ingresos bajos (per cápita de US$ 1.036 o menos) tienen apenas alrededor 270 millones de dosis. Esto ha desatado una competencia feroz.
Occidente, en deuda
La carrera por la vacuna se ganó en Estados Unidos, Reino Unido, India (recientemente), Rusia y China. Mientras los países occidentales se concentraron en la vacunación de sus poblaciones, los dos últimos desplegaron paralelamente eso que se comenzó a llamar “diplomacia de vacunas”, la instrumentalización de las dosis en pro de mejorar las relaciones internacionales o incluso con la condición de la toma de ciertas posturas. La primera nación en usarlo fue el gigante asiático.
“La imagen de China se vino al suelo a raíz de la pandemia. La reiterada referencia a la procedencia del virus que realizaron líderes mundiales como Donald Trump provocó que, por ejemplo, los habitantes de países europeos se sintieran incómodos con la relación de sus gobiernos con el país asiático”, explica Alejandro Godoy, especialista de geopolítica en Asia y profesor de la Universidad Santo Tomas. Tras lograr la vacuna, el gobierno chino fue el primero en ofrecerla a un mundo que desconfiaba de su proceder.
El presidente Xi Jinping ya había prometido en mayo de 2020 que cualquier vacuna desarrollada en China se convertiría en un “bien público global”. A finales de enero de 2021 las dosis de Sinovac aterrizaban en países donde las occidentales Pfizer o Johnson & Johnson no lograban aún cerrar tratos de compra.
A Chile llegaron 2 millones de dosis de la china Sinovac el 28 de enero de 2021, lo que le permitió al país dar inicio rápido y masivo a un plan de vacunación que al día de hoy es el más avanzado de la región (tiene casi el 40% de su población completamente vacunada, según Our World in Data). Argentina recibió en diciembre de 2020 las primeras dosis de la rusa Sputnik V y en febrero el primer millón de la vacuna china. Brasil, el país más afectado del sur del continente por la pandemia, inició el 17 de enero del año en curso su plan de vacunación con miles de dosis de Sinovac.
“China y Rusia se le adelantaron a Estados Unidos y a la Unión Europea”, detalla Mauricio Jaramillo Jassir, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. “En una primera fase, los países occidentales se demoraron en tener cierto nivel de vacunación interna que les permitiera tener excesos para llegar a los países del sur global y del llamado tercer mundo”.
El abastecimiento de América Latina de las vacunas rusa y china no pasó desapercibido. En el marco de la cumbre virtual del G7 a finales de febrero de 2021, el presidente francés Emmanuel Macron propuso donar un 5 % de las dosis que estaban en poder de los siete países del grupo (Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón y Estados Unidos), ante el avance de la diplomacia de vacunas. “Si podemos hacer esto, Occidente tendrá presencia” , advirtió Macron. En entrevistas a medios fue aún mas duro.
La desigualdad en la aplicación de la vacunación “está allanando el camino para una guerra de influencia alrededor de las vacunas. Uno puede ver la estrategia de China y también la estrategia rusa”, dijo. Según Airfinity (empresa de análisis de datos británica), hasta el 17 de febrero Rusia y China habían hecho llegar 800 millones de dosis a 41 países del mundo, entre los que, además de América Latina, había también naciones africanas.
En contraste, la iniciativa Covax (liderada por la OMS y apoyada por el G7) que busca asegurar el acceso equitativo a la inmunización, apenas comenzaba a distribuir vacunas a inicio de marzo. De hecho, Colombia fue el primero de América en recibirlas con un paquete de 117 mil dosis el primero de marzo. Si bien la mayoría de naciones que recibieron y reciben vacunas de China y Rusia lo hacen a través de compras, es igual de interesante revisar qué países no lo han hecho y sus razones.
Vacunas si, pero...
No hay diplomacia que resista a la muerte. Desde el pasado 27 de marzo Paraguay viene registrando sus peores indices de fallecimientos por la pandemia. La línea ha tocado el cielo una y otra vez con más de 100 muertos diarios, sin que la vacunación avance. Los paraguayos buscan a sus aliados desesperadamente, sin recibir muchas respuestas. Y las que llegan, llegan con condiciones.
Las 7.130 muertes que acumulaba hasta este lunes 10 de mayo ubican al país como el segundo con la tasa más alta de muertes de covid por millón en Sudamérica (12.06, según Our World in Data), solo superada por Uruguay. Hasta la última semana de abril, había recibido apenas alrededor de 400.000 dosis de vacunas anti-covid y aplicado menos de 150.000, ninguna de ellas de la vacuna china.
Paraguay es uno de los 15 países del mundo, y el único de Sudamérica, que tienen relaciones diplomáticas con Taiwan, una isla que pretende ser reconocida como república independiente y que China considera una provincia separatista y parte inalienable de su territorio. China no tiene relaciones diplomáticas con los países que reconocen a Taiwan como país independiente. Y eso le ha costado a Paraguay.
“Al no tener relaciones diplomáticas con China, la cosa se vuelve compleja”, dijo en una entrevista a medios locales el canciller paraguayo, Euclides Acevedo, a inicios de abril. Taiwan acusó a la potencia asiática de condicionar el ingreso de sus vacunas a Paraguay a cambio de que esta quite el reconocimiento a la isla.
Si bien el ministerio de relaciones exteriores chino negó esa información, el mismo Acevedo pareció confirmar ese acercamiento. “Países con quienes no tenemos relaciones diplomáticas están trabajando intensamente, por supuesto en una política clara de penetración en otros países, con la solidaridad de las vacunas”, señaló, antes de preguntarse,“¿de qué nos sirve a nosotros la fraternidad, o el abrazo que nos lleva al paro respiratorio, si es que no nos dan (una respuesta)?”.
“A través de este y otros proyectos como la Ruta de la Seda, China viene haciendo estos acercamientos. Finalmente, lo que hizo Trump fue separar aún más los intereses de EE. UU. de los de América Latina”, señala Godoy, “no logró tender posibilidades de acercamiento con nuestra región”. Joe Biden anunció recientemente su disposición a cambiar esto. El presidente señaló que tras el avance exitoso de la vacunación en su país, se dispone a donar 60 millones de dosis de vacunas. A quién y por qué, las preguntas clave.
Estados Unidos, al juego
A finales de abril Biden anunció que su país donará 60 millones de dosis de la vacuna AztraZeneca. La demanda de vacunas en la nación se ha reducido a medida que el ritmo de inmunización avanza: a la fecha, EE. UU. acumula 260 millones de dosis suministradas. “A dónde irá su donación depende de la coyuntura”, apuesta Jassir. “Más que la afinidad ideológica, va a primar la necesidad. Y en este momento los puntos más críticos son India y luego Brasil”.
Nada evita, sin embargo, que los países desplieguen sus cuerpos diplomáticos a la espera de influir en la decisión norteamericana. Colombia, por ejemplo, ya realizó acercamientos para solicitar parte de esa donación, informó el embajador en Washington, Francisco Santos. Brasil hizo lo mismo a través de su ministro de salud, Marcelo Queiroga, quien durante una conferencia virtual de la OMS señaló que solo así el país podrá “contener la fase crítica de la pandemia y evitar la proliferación de nuevas cepas y variantes del virus”.
No está de más apoyar a aliados históricos. “A EE. UU. le interesa que uno de sus principales aliados en Asia, India, se recupere rápido y evite desestabilizaciones. Parte de esas vacunas irán a ese país”, dice Godoy. Aún así, lo más estratégico para todas las potencias es que se llegue a una inmunización global. “Más que competencia, siento que hay una noción de complementariedad. Ninguna de estas naciones por si sola puede abastecer de vacunas a regiones como Latinoamérica, hay un equilibrio natural entre ellas”.
Mientras esto sucede, tal y como las cifras anteriores lo muestran, la brecha entre la salud de los más ricos y la muerte de los más pobres avanza. La Unión Europea anunció el pasado sábado 8 de mayo que comprará hasta 1.800 millones de dosis de la vacuna de Pfizer. En medio de la danza de millones, los países de renta media y baja esperan las donaciones de los que más tienen y se debaten entre aceptar o no sus condiciones .