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muertos y 64 detenidos por protestas dice la oposición que hubo el domingo.
La batalla con micrófonos, advertencias y arengas no bastó. Los clamores de la oposición venezolana en las calles durante 168 días, que le costaron la vida a 125 manifestantes, y el rechazo casi unánime de la comunidad internacional fueron insuficientes para contener el llamado a una Asamblea Nacional Constituyente.
Sordo a las protestas y bloqueos en las capitales y en otras regiones, Nicolás Maduro cumplió con su promesa: “llueva, truene o relampaguee”, las votaciones para elegir a 545 asambleístas que modificarán la Constitución del vecino país llegaron a término.
Si bien la firma encuestadora Datanálisis informó días antes que el 75 % de los venezolanos estaba en contra de la medida del presidente, al cierre de esta edición el Consejo Nacional Electoral decía que el 41,53 % del padrón electoral, es decir, 8.089.320 personas, votaron la Constituyente. Versión controvertida por la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que en la noche revelaba que el Gobierno solo había podido convocar al 12 % (2,4 millones de votos).
Con objeciones por todos los flancos, en las manos de los constituyentes, carente de figuras opositoras, estará darle un giro a ese Estado para resolver la crisis política y económica. No obstante, se teme, su accionar podría quitarle poderes al Parlamento y reivindicar los de instituciones controladas por el aparato chavista: las ramas Judicial y Ejecutiva, con excepción del Ministerio Público, que en cabeza de la fiscal general, Luisa Ortega, se declaró insurrecto ante a esa corriente política.
Dos caras, dos balances
Las declaraciones del oficialismo durante la jornada hacen pensar en un proceso exitoso. Antes del mediodía, la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, dijo que aunque se habían registrado algunos “focos de violencia”, “el 99% de la población” estaba votando.
Un mensaje similar envió el jefe de campaña a la Constituyente, Héctor Rodríguez, que celebró el “río de gente” que asistió a las urnas.
Entretanto, el ministro venezolano para la Defensa, Vladimir Padrino, calificó los sucesos violentos de “pequeños y aislados”, denunció que “más de 100 máquinas” usadas en los comicios fueron “destruidas” por gente “disociada, desequilibrada, desesperada” y añadió que la raíz de los “males” era Colombia.
La oposición, en cambio, pintó una jornada desastrosa para el chavismo. Con imágenes de puestos de votación vacíos y del Poliedro de Caracas (principal punto electoral) detenido, denunciaban un proceso irregular. “Esta Asamblea es absolutamente fraudulenta. Seguiremos en las calles y el pueblo continuará desconociéndola”, le dijo a EL COLOMBIANO el diputado Luis Florido, presidente de la Comisión de Política Exterior de la Asamblea Nacional, y añadió que este 30 de julio fue “el día de mayor represión en mi país”. Según la oposición, desde la noche del sábado fueron asesinados 14 manifestantes, aunque el Ministerio Público hablaba de diez. Entretanto, el intento de varios ciudadanos de congregarse en el Este de Caracas fue dispersado por gases lacrimógenos y perdigones, lo que generó enfrentamientos.
Patricia Rodríguez, vicepresidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad Simón Bolívar, detenida el pasado 30 de junio (liberada el 2 de julio) por protestar contra el Gobierno, confirmó que desde muy temprano inició la represión, sobre todo en la localidad caraqueña de Altamira, en donde arreciaron los disparos con balines e incluso con balas.
La ONG Foro Penal Venezolano (FPV), que ha registrado los muertos, heridos y encarcelados en el contexto de las manifestaciones, contabilizó 64 detenidos solo en la jornada de la Constituyente. Para Alfredo Romero, director de la organización, los últimos tres meses han sido “los de mayor represión en la historia de Venezuela”.
Según da cuenta el dirigente, el abanico de amenazas, intromisiones a los domicilios, señalamientos, privaciones de la libertad, asesinatos y tratos crueles ha sido insostenible. Para él, los mecanismos de Maduro tienen un claro objetivo: detener las manifestaciones e impedir que quienes protestan vayan a los lugares donde están las instituciones del Estado. No obstante, concluye, “cuando el presidente no puede solucionar los problemas con inteligencia y diálogo”, el único camino que le queda es el de la represión.
Otra Venezuela amanece
Si hubo o no baja representación ciudadana en las votaciones, a partir de esta semana (aún no es claro dónde ni por cuánto tiempo) la Asamblea Nacional Constituyente sesionará. La excanciller Delcy Rodríguez le dijo a la agencia AFP que esta última y la Asamblea Nacional, de mayoría opositora, deberán entrar en un proceso de “coexistencia”.
“Llegaremos al Palacio Legislativo con nuestro retrato del Libertador Simón Bolívar y del comandante Hugo Chávez”, advirtió la dirigente, también constituyente a partir de hoy.
De otro lado, el canciller brasileño, Aloysio Nunes, sugirió con preocupación que Venezuela vivirá una situación de anomia (ausencia de ley), debido a que tendrá dos órdenes constitucionales diferentes.
Pese a que hay estas advertencias en el ambiente, el escenario que rige en el país vecino desde este lunes no es tan claro para la oposición. Los pronunciamientos de esa dirigencia política han sido ricos en críticas a Maduro, pero pobres en la definición de salidas.
“El Palacio Legislativo es desde 1900 la sede del poder Legislativo, por tanto tiene que seguirlo siendo y no tendrá ningún otro espacio”, aseveró el diputado Florido, y añadió que como hayan sido los resultados del domingo, la oposición seguirá en las calles y haciendo uso de medidas institucionales, entre las que “podría estar” el llamado a unas elecciones presidenciales.
“La Asamblea Nacional Constituyente no está en capacidad de hacer nada, porque no fue reconocida por la mayoría de los ciudadanos ni por la comunidad internacional. El único soberano en este país es la Asamblea Nacional”, defendió el líder.
Para Carlos Romero, politólogo e internacionalista de la Universidad Central de Venezuela, la opción es “una locura”. Tener un gobierno paralelo y plantear la dualidad del poder está contemplado en el derecho internacional como “estatus de beligerancia” y permitiría que un grupo de países reconozca con estaus diplomático a un mandato opositor y rompa la representación de Maduro como presidente en el exterior. Sin embargo, afirma, eso solo agravaría la situación y alejaría aún más la opción de llevar a un consenso entre las partes en disputa.
¿Una nueva mesa?
En un momento en el que el Gobierno de Maduro no salió bien librado de su Constituyente (baja participación y el desconocimiento por parte de 14 naciones que en el pasado fueron aliadas), y en el que la oposición demostró no haber logrado una solución con beligerantes protestas de tres meses, entonces la mejor salida parece ser el diálogo, con todos sus defectos.
El primero: la desconfianza. Hace justamente un año la oposición se levantó de la mesa argumentando que el Gobierno no mostraba incentivos (como la libertad de presos políticos o el llamado a unas elecciones regionales retrasadas) y que empleaba la negociación como estrategia para ganar tiempo frente a la amenaza de salir del poder en un referendo revocatorio.
“Maduro nos ha engañado en otros momentos, y solo la participación de países garantes que obliguen al cumplimiento de unos acuerdos nos permitiría volver a confiar”, insiste Florido, y agrega que también serán prioritarios los consensos: que Maduro empiece por reconocer la legitimidad de la Asamblea Nacional, elegida por mayorías.
El otro factor que pone en duda de los diálogos es la división en las entrañas de las filas opositoras. Felipe Zarama, coordinador del Observatorio de Política y Estrategia en América Latina de la Universidad del Rosario, encuentra que las expectativas son disímiles en ese sector político: algunos están menos dispuestos a aceptar cualquier concesión de Maduro, otros creen que la salida negociada, de cualquier forma, es lo único que queda y hay quienes lo ven lejano, incluso entre los posibles mediadores.
Aunque en un momento el Vaticano fungió como una figura que soportaba el diálogo, Pedro Aguilar, vocero de la Conferencia Episcopal de Venezuela, le dijo a EL COLOMBIANO que la palabra diálogo está “deteriorada” en su país y que si se da una nueva oportunidad, la Iglesia se mantendrá al margen, a menos de que las partes cumplan verdaderos acuerdos.
No obstante, hay quienes han insistido en dicha salida. Una delegación de tres expresidentes enviados por la Unasur (el expresidente de Panamá Martín Torrijos, el exjefe de Estado dominicano Leonel Fernández y el exjefe de Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero) siguen acercando a las partes y a la espera de una oportunidad de reactivar la mesa, según afirma Florido.
“La oportunidad es ya, y tiene que ejecutarse rápido, cuanto antes”, concluye Romero, para quien si la comunidad internacional no actúa en esta nueva Venezuela de Constituyente, la nación terminará siendo una peligrosa combinación de Cuba y Turquía.
88 %
de abstención dice la oposición que hubo en la jornada de la Constituyente.
