Los mensajes en el Mónaco, aparte del componente de agresividad, son necesarios, porque son un ejercicio pedagógico. Es decir, la manifestación de lo que en muchos de ellos se dice explica la razón por la cual ese lugar debe mantenerse en pie. A las víctimas se les honra no con mensajes de odio sino de reflexión, ponderación y recuperación de la concordia. Cuando uno elimina los íconos de la tragedia, no está borrando la tragedia. La ignominia no se acaba porque se destruya sus signos. El mayor signo de la ignominia de la cristiandad es la cruz, y la cristiandad la abraza como un símbolo que habiendo sido de ignominia se convirtió de redención.
Auschwitz, Treblinka y muchos otros íconos de la barbarie se preservan para que las generaciones miren el horror y lo que no se puede repetir. Cuando tantos museos del mundo conservan objetos, elementos y aun lugares del horror no se está dignificando el mismo, todo lo contrario, se está haciendo memoria. Lo de los afiches no está mal. Lo que está mal es que contengan mensajes de odio e irascibles y de una soñada ciudad light, porque esta no quiere tener pasado, no quiere recordarlo y quiere borrar sus íconos, porque así cree sustraerse del horror. El Mónaco no puede destruirse, debe quedar como un lábaro de la ignominia para las futuras generaciones.