Se suele hablar mucho de la desigualdad en Colombia: se suele decir que somos uno de los países más desiguales del mundo, sin embargo informes recientes han puesto en perspectiva esa sentencia. Por eso es interesante analizar algunos detalles del Índice Departamental de Competitividad 2022 que acaba de presentar el Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario.
La parte alentadora del informe dice que en términos de competitividad se destacan en su orden primero Bogotá, con un puntaje de 8,59 sobre 10. La capital del país mantiene su primer lugar y liderazgo por su desempeño administrativo, transparencia y gestión fiscal, infraestructura, cobertura de servicios públicos, conectividad aérea y entorno para los negocios, entre otros.
En el segundo lugar está Antioquia, con un puntaje de 6,93, que sobresale por su capacidad de ahorro, autonomía fiscal, eficiencia de la justicia, infraestructura, mejoramiento de vías 4G, buenas prácticas en adopción de tecnologías de la información, penetración de internet y diseños industriales. En este último es líder indiscutible.
En tercer lugar está Santander y en el cuarto puesto se ubica Risaralda, uno de los departamentos más pequeños del país, que ha tenido una positiva transformación y que aparece muy bien posicionado en la mayoría de indicadores del Índice de Competitividad. Cierra el ranking de los cinco primeros lugares el departamento del Atlántico.
Y aquí viene el detalle doloroso. En contraste, y en los últimos lugares del listado, aparecen Amazonas, Chocó, Guainía, Vaupés y Vichada, que ocupan del puesto 29 al 33. No es de extrañar que sean los menos competitivos, pero sí resulta triste, por decir lo menos, que estas regiones se mantengan durante tantos años como las más rezagadas.
Cuando se habla de que Colombia es muy desigual parte de la explicación puede estar ahí: hay unas regiones con mayor progreso y otras regiones con un enorme atraso. Tal vez cada vez es menos elocuente la caricatura de un rico expoliando a unos pobres, y cobra más sentido la figura de unos territorios que viven en el completo olvido.
Las explicaciones sobre por qué, a pesar de los recursos que se invierten, nada parece mejorar en regiones como Chocó o Vichada son muchas. Se habla de la falta de presencia del Estado, y sin duda ese es un problema. Pero hay una enorme responsabilidad de cada departamento, de su clase dirigente y de su gente a la hora de exigir que sus líderes utilicen bien los recursos que se giran desde Bogotá.
El caso patético es Chocó, un departamento en total abandono y dominado por toda clase de delincuentes y extorsionistas, con grandes rezagos en salud, educación, servicios públicos, con una pobreza que cobija al 65% de la población y con mandatarios que han terminado en cárceles por delitos de corrupción. Y para acabar de ajustar, por efecto de la crisis económica y social de los últimos dos años, más de 20% de los departamentos registró pérdidas en su competitividad, aumentando sus brechas frente a otras regiones.
El informe también da lugar a la esperanza. Dice que no todo es negativo en estas regiones. Por ejemplo, Guainía presentó importantes mejoras en gobierno digital y eficiencia en métodos de resolución de conflictos; Guaviare se destaca por sus prácticas en sostenibilidad ambiental y modelos agroforestales que no afectan los ecosistemas, mientras que Vaupés sobresalió por sus avances en disminución del desempleo y cierre de brechas de género, lo que demuestra la voluntad por salir adelante. De manera que hay de dónde pegarse a la esperanza.
Asimismo, el informe destacó cuatro departamentos por sus iniciativas locales. Ellos son Meta, que fue el que más avanzó en el ranking, Antioquia, por la mejor política pública en educación, Vichada, por el esfuerzo al futuro y Quindío con la mejor política de reactivación. Así mismo, sobresale Boyacá, en el primer lugar del listado por la educación básica y media. El archipiélago de San Andrés y Providencia y el departamento del Cesar fueron los que más descendieron.
El índice es fundamental a la hora de mirar qué está fallando en las regiones, cuáles son las más rezagadas y dónde hay oportunidades de mejora. Para ello se requiere que se formulen y pongan en marcha políticas públicas adecuadas, que haya mayor liderazgo de sus dirigentes y sectores sociales y una colaboración más estrecha entre sector público y privado para impulsar los proyectos que necesita la región.
El diagnóstico es muy claro, solo falta la decisión para empezar a cerrar las grandes brechas de las regiones. Se lo debemos a los colombianos honestos que viven en ellas y ojalá cada vez ellos también puedan hacer mayores esfuerzos para evitar que dirigentes corruptos ganen los espacios de poder