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BanCO2: el buen negocio de cuidar bosques

Ya son treinta las empresas del país que reducen su huella de carbono con este nuevo programa presente en
17 regiones.

  • Campesinos de la vereda Las Teresas, en La Unión (Oriente antioqueño), participan del programa BanCO2. FOTO manuel saldarriaga
    Campesinos de la vereda Las Teresas, en La Unión (Oriente antioqueño), participan del programa BanCO2. FOTO manuel saldarriaga
04 de septiembre de 2015
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Las viejas y nuevas generaciones de la vereda Las Teresas del municipio de La Unión, en el oriente de Antioquia, no solo coinciden en que se debe cuidar el medio ambiente: saben que es necesario hacer algo, obrar.

Por eso no es extraño ver en los paisajes de la zona, boscosos o cultivados, el compromiso de jóvenes y adultos con el cuidado de las especies vegetales y animales de su entorno y en la necesidad de sembrar la tierra, eso sí, observando buenas prácticas y preservando fuentes de agua.

Los Marulanda, encabezados por don Félix de 94 años, son pioneros de la estrategia BanCO2, que desde el año 2013 impulsa la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare (Cornare) con el apoyo de otras entidades y empresas que actúan como patrocinadoras y compensadoras.

A ellos, los Marulanda, se suman otras 518 familias que en Antioquia hacen parte del programa, y por ese compromiso reciben mensualmente un pago que oscila entre los 200 mil y 600 mil pesos, el cual hacen directamente las 30 empresas que actúan como compensadoras.

La experiencia empieza a extenderse a otras regiones y ya son 17 las Corporaciones Autónomas que intentan en sus jurisdicciones implementar programas de compensación voluntaria de la huella ambiental, de personas naturales o jurídicas, que beneficien a las familias campesinas.

La avanzada edad de don Félix hace que uno de sus nietos, Mauricio, sea el encargado de atender los compromisos de la familia con el programa BanCO2, participe en las capacitaciones y acoja las observaciones que se hacen por parte de quienes realizan el monitoreo.

Esta familia que soportó en el pasado la violencia, la presencia de grupos armados ilegales y se resistió al desplazamiento, tiene unas ocho hectáreas de tierra en las que se encuentra un bosque con pinos, chilcos, laureles y encenillos y es el hábitat de aves, ardillas y osos perezosos.

También le pertenece una antigua casa de tapias y techo alto a la que don Félix recuerda haber llegado cuando tenía cuatro años y que próximamente recibirá a los visitantes que se espera atraerá la ruta agroturística.

Y es que además de estimular a las familias socias de la iniciativa para que preserven los recursos naturales, la idea apuesta por desarrollar algún proyecto productivo sostenible.

“Lo que se pretende es capacitar a las familias en la implementación de prácticas de agricultura y turismo sostenible, para que estas ejecuten dichas actividades y fortalezcan su economía”, explicó Diana Gil, coordinadora de Gestión Social de la Corporación Masbosques, operador de la estrategia BanCO2.

El viejo consejo

Otro vecino de Las Teresas, Víctor García, reconoce que en el pasado rompió parte del “rastrojo” que adquirió hace 30 años para sembrar papa y fríjol, se le abona que tuvo conciencia de que era necesario conservar el bosque. “Uno tiene que cuidar la naturaleza, no se puede acabar con todo”.

Este veterano, que con tristeza admite que ya le faltan fuerzas para aprovechar todo el potencial agrícola de su terreno, mantiene presente uno de los consejos que le dio su padre: “Yo siempre he cuidado parte del bosque y, en especial, las cabeceras de agua. Mi papá siempre enseñaba eso, que cuando fuéramos a comprar una finca, primero miráramos el agua y la madera, si eso faltaba, que no compráramos nada”.

Ese cuidado de Víctor y de los Marulanda en la zona rural de La Unión hace que buena parte de los habitantes de Medellín y el Valle de Aburrá tenga siempre disponible el servicio de agua potable.

Y es que esos nacimientos de agua que brotan de las montañas de la cordillera Central alimentan los afluentes de los ríos Buey y Piedras que, finalmente, surten la represa de La Fe, una de las principales fuentes de abastecimiento de agua para el Valle de Aburrá.

Esa labor callada y poco difundida de los campesinos, que velan por la conservación de las fuentes de agua, tiene el apoyo de entidades como Bancolombia, que ha desarrollado una plataforma tecnológica para que las familias asociadas reciban el pago de los servicios ecosistémicos que prestan y que, en el caso de Antioquia, permite agua potable a miles de personas.

Beatriz Ocampo, gerente de Sostenibilidad Ambiental de Bancolombia, destacó que el esquema permite que el dinero llegue de manera directa a las familias socias, mediante el producto Ahorro a la Mano de esa entidad financiera.

716
familias campesinas del país están vinculadas a BanCO2, mediante 17 Corporaciones Autónomas Ambientales.
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